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Julio Ojeda Medina, secretario general y portavoz del PSOE en Santa Lucía

¿De qué “brujas” hablan?

El Ayuntamiento de Santa Lucía a través de la concejalía de Cultura ha decidido denominar los actos de la noche de San Juan la “Noche de Brujas”, después de cuatro años celebrándose como “Noche Embrujada” en Pozo Izquierdo.

Pudiera parecer que este cambio no tendría que suscitar mucho debate. Sin embargo, si entramos en el significado profundo de la expresión y sus connotaciones negativas, sale a la luz el trasfondo. El lenguaje al que estamos acostumbrados también esconde trampas casi imperceptibles que proyectan una imagen negativa y estereotipada de la mujer. Y como sociedad evolucionada y sensible a la igualdad, debemos estar muy alerta, especialmente desde las administraciones públicas. Es aquí, más que en ningún otro ámbito, donde la transmisión de mensajes, ya sea acerca de eventos festivos o no, debe estar presidida por el respeto y por la eliminación de cualquier atisbo de discriminación sin importar el formato.

Esta incomprensible decisión, especialmente tras consolidar un cambio aceptado por la ciudadanía en la denominación de este proyecto, me llevó a reflexionar sobre cuales son las “brujas” que inspiran este espectáculo.

Por ello decidí viajar en el tiempo para situarme en los siglos XV y XVIII en los que miles de mujeres fueron asesinadas cruelmente por “brujas”, al considerar que constituían una amenaza para la cristiandad. Una etapa en la que la misoginia campaba a sus anchas, dando lugar a la conocida como “caza de brujas” (expresión que aún sigue vigente en referencia a la persecución de grupos de personas o de opinión). Acciones auspiciadas por el libro que precisamente instigaba la “caza de brujas” (Malleus Maleficarum), en el que encontramos afirmaciones como “toda maldad es poco para la maldad de una mujer”.

Entre los siglos XVI y XIX se calcula que en Europa murieron más de 50.000 mujeres ahorcadas, quemadas en la hoguera o decapitadas. De los más de 100.000 juicios (realizados todos por hombres) en circunstancias similares al conocido caso de las Brujas de Salem. Concretamente, el 1 de marzo de 1692 se iniciaron los trágicos juicios a las mujeres acusadas de brujería en este poblado de Nueva Inglaterra. Sin ninguna prueba, con testimonios arrancados bajo tortura, fueron condenadas cerca de 200 personas y 20 murieron ahorcadas.

No es necesario viajar tanto en el tiempo para encontrarnos con estas atrocidades. En nuestros días, en Tanzania, alrededor de 500 ancianas son asesinadas cada año acusadas de brujería. En otros países como India y Nepal también este tipo de atrocidades son frecuentes.

Sigo en mi intento de identificar a las “brujas” que pueden inspirar la denominación de la noche más mágica del año en Santa Lucía. Me detengo en mis recuerdos de la niñez, en el entorno rural el que me crie, en el que la etiqueta de “bruja” llevaba asociada la marginación y el rechazo, a pesar de acudir a ellas para conseguir algún remedio que aliviara la dolencia de turno, a través de remedios naturales que pasaban de generación en generación. A ellas se les llamaba brujas, pero a ellos “curanderos” o “yerberos”.

En ocasiones, esta etiqueta de bruja se asignaba simplemente por algún rasgo de la personalidad o físico que alejara a la mujer de la supuesta “normalidad”. Del mismo modo que el hecho de permanecer soltera, madre soltera o viuda, se consideraban razones suficientes para padecer el estigma social al que eran condenadas. Incluso, a pesar de dispensar cuidados, atender en los partos en unos tiempos en los que la atención médica no estaba al alcance de todas las familias.

Si nos paramos a pensar detenidamente, todas ellas fueron la antesala del feminismo, unas adelantadas a su tiempo que, a través de sus conocimientos en los remedios naturales, la medicina o como libre pensadoras han inspirado hoy la lucha por el empoderamiento de la mujer y la implantación de la igualdad como un acto necesario y justo. Herederas de un legado fraguado siglos atrás a través del patriarcado y de la religión como herramienta necesaria.

En la “Noche de Brujas” de Santa Lucía yo, definitivamente, no veo a esas brujas, no reconozco a esas brujas, ellas no están. Pero si veo claramente a las brujas definidas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “persona a la que se le atribuyen poderes mágicos obtenidos del diablo”, “Mujer de aspecto repulsivo” o “Mujer malvada”. En contraposición al “brujo”, vinculado a la sabiduría y desde luego más amable.

Detrás de ese título veo, por el contrario, a la mujer con verruga en la nariz, fea, envidiosa, la que siempre quiere cargarse a la princesa, siniestra, oscura…, la bruja de los cuentos, esos cuentos tradicionales que han servido como elemento perpetuador de los roles y estereotipos.

Son tiempos en los que las historias no se pueden contar de la misma manera, necesitamos construir otra historia presidida por la igualdad, y en este tránsito es necesaria la implicación de todos y todas. Existe una normativa para asegurar y promover la igualdad de derechos y en Santa Lucía contamos con un Plan Municipal de Igualdad en el que ampararnos. Por lo tanto, escribámosla de otra forma.

Si vamos a hablar de “Noche de Brujas” hablemos entonces de las que han sido invisibilizadas o asesinadas, de las que hoy luchan y trabajan incansablemente por la igualdad, es una cuestión de justicia. Si no es así, mejor una “Noche Embrujada”.

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Source: Julio Ojeda Medina, secretario general y portavoz del PSOE en Santa Lucía
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