La OFGC y Frank Beermann frente a la “música del futuro”
La Orquesta Filarmónica de Gran Canaria (OFGC), bajo la dirección de Frank Beermann, ofrecerá su undécimo concierto de la temporada de abono 2014-2015 el próximo viernes 5 de diciembre, a las 20:30 horas, en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria.
El concierto estará conducido por el maestro alemán Frank Beermann, que vuelve a ponerse al frente de la OFGC con un programa titulado “Ambiciones musicales” que pone el acento en el tramo final del romanticismo entre finales del siglo XIX y principios del XX y su proyección en los ideales de la música del futuro, simbolizado por dos figuras clave del mundo germano como son Richard Wagner y Richard Strauss, de quien conmemoramos el 150º aniversario de su nacimiento, y el ruso Alexander Scriabin.
Ambiciones musicales: la música del futuro
Imbuido del impulso de la “música del futuro” simbolizada por Wagner y Liszt, Strauss halló en el modelo del poema sinfónico el medio de expresión idóneo para explayar su genio. En Don Juan, su primera gran obra maestra, fechada en 1888, Strauss logra ajustar el diseño musical –una adaptación muy libre de la forma sonata– a la sustancia poética: la pasión que arrastra al libertino en su carrera autodestructiva encuentra en el soberbio pulso narrativo straussiano la plasmación ideal.
Un grupo de músicos desplegado en las escaleras de la villa de Tribschen ofreció el día de Navidad de 1870 el Idilio de Sigfrido, regalo de cumpleaños de Wagner para su esposa Cosima por el nacimiento de su hijo Siegfried, nombre también del héroe de la jornada de la Tetralogía que vería la luz unos años más tarde. La obra, una de las escasas composiciones puramente sinfónicas de Wagner, alcanzó pronto la fama en las salas de conciertos.
Wagner es uno de los músicos, junto a Chaikovski, que más influencia ejercieron en la maduración del lenguaje de Scriabin. La Segunda Sinfonía de 1901 marca un momento de transición en la obra del ruso hacia apuestas más ambiciosas, espoleado por su interés en asuntos místicos y la convicción de que su música estaba destinada a servir grandes aspiraciones espirituales de la Humanidad: “Les demostraré que tengo algo más que decir”, afirmó tras el fracaso de su anterior sinfonía. Se hace evidente una vez más el gusto de Scriabin por el trabajo armónico, la riqueza del contrapunto y la elocuencia melódica al servicio de una estructura que si bien es deudora de los principios clásicos presenta indicios claramente rupturistas.