Para recuperar nuestra isla (I)
Gran Canaria ha vuelto a ser duramente golpeada por el fuego. Cuando ya cicatrizaban las heridas del gran incendio de 2007, hemos visto cómo en diez días ardían más de 9.200 hectáreas en tres incendios. Estamos conmocionados después de dos semanas de sufrimiento, en las que hemos visto cómo eran dañadas por el fuego algunas zonas de gran valor ecológico de Gran Canaria, así como casas, campos de cultivo y animales. Más de un millar de profesionales de los distintos cuerpos de extinción y seguridad han hecho un trabajo heroico que ha permitido contener los efectos del siniestro.
Pese a la enorme gravedad de los dos incendios, ha destacado la profesionalidad y la efectividad de todos los cuerpos de extinción y de seguridad que intervinieron, así como la colaboración y solidaridad ciudadanas, cuya acción ha conseguido que, pese a la magnitud de la emergencia, hoy no tengamos que lamentar la pérdida de vidas humanas y que la afección a viviendas, cultivos y animales haya sido mucho menor de lo que se podría esperar. Quiero agradecer a todas las instituciones la excelente coordinación y colaboración que ha hecho capaz una respuesta ejemplar ante la catástrofe. También es necesario destacar y reconocer el increíble esfuerzo de los y las profesionales de los medios de comunicación que nos ha permitido y facilitado transmitir toda la información, de forma transparente, tanto a los afectados como al conjunto de la población. Mención especial merece la implicación de los ayuntamientos que ha sido decisiva para la atención a las personas y la extinción del incendio.
Después del impacto emocional de unos días tan duros, la ciudadanía de Gran Canaria se pregunta cómo es posible que esto haya vuelto a suceder y, como es lógico, exige respuestas. Los grandes incendios forestales son un fenómeno moderno en constante evolución. En Gran Canaria en particular, durante la segunda mitad del siglo XX, el extinto ICONA y el Cabildo de Gran Canaria iniciaron un plan de reforestación para recuperar parte de la masa forestal de la isla que, a partir de la conquista, había sido arrasada a lo largo de cinco siglos. Ese plan fue un rotundo éxito y se consiguió alcanzar las 20.000 hectáreas arboladas que tenemos en la actualidad. Pero, mientras se iba reforestando la cumbre, el desarrollo del turismo provocó que descendiera drásticamente la población rural y, con ella, los aprovechamientos del medio rural (cultivo, pastoreo, forraje, leña, etc.), que actuaban como preventivos naturales de incendios forestales.
El considerable aumento de la superficie arbolada coincidió con la transformación socioeconómica de Gran Canaria, que pasó de ser una sociedad rural dedicada a un sector primario en muchas ocasiones de subsistencia (que aprovechaba al máximo los recursos) a una población volcada en el sector servicios y concentrada en los grandes núcleos urbanos de la costa. Esto provocó que se acumularan en las cumbres millones de toneladas cúbicas de “combustible” (pinocha, matorral seco, etc.) y que nos encontráramos con un nuevo fenómeno, los grandes incendios forestales, que hasta entonces eran escasos y de baja intensidad. El posterior desarrollo de unidades altamente especializadas en la extinción de incendios generó la llamada “paradoja de la extinción de incendios”: cuanto mejores son los servicios de extinción, más potentes y resistentes se vuelven los incendios, de la misma manera que las plagas se hacen más resistentes a los insecticidas. De este modo, nos encontramos casos como el de Valleseco, en el que el incendio se encontró durante muchas horas “fuera de capacidad de extinción”. Es decir, el humo, las cenizas proyectadas y la altura e intensidad de las llamas hacían imposible controlarlo con medios humanos y su extinción dependía de las condiciones climatológicas o de que encontrara zonas sin combustible para arder. Las consecuencias del cambio climático (aumento de las sequías y de las temperaturas) agravan hasta el extremo el estrés hídrico de nuestra vegetación y con ello la probabilidad y los efectos de los fuegos. De hecho, ni el mayor despliegue aéreo y terrestre de la historia de Canarias y uno de los mayores que se ha hecho en el Estado conseguía contener las llamas.
Dada la gravedad del problema, Canarias decidió protegerse y, a día de hoy, es la comunidad mejor dotada de España para la extinción y prevención de incendios. Cuenta con 1.064 efectivos profesionales y seis helicópteros por cada 100.000 hectáreas de superficie arbolada. Gran Canaria es el territorio con más medios al contar con un trabajador de extinción por cada 4,62 km2 de superficie forestal. El siguiente es la Comunidad de Madrid que dispone de un trabajador por cada 8,87 km2. También en medios aéreos, al disponer de uno por cada 550 kilómetros cuadrados de superficie forestal. Además de cuantitativamente, cualitativamente tenemos a algunos de los técnicos más y mejor formados. A Gran Canaria vienen a instruirse equipos de toda España en la técnica conocida como “fuego técnico” o “quemas prescritas”, una de las maneras más efectivas de luchar contra el fuego en la que nuestros profesionales son punteros. Por supuesto, al final de esta campaña, como cada año habrá que evaluar el conjunto del dispositivo de extinción y, si es necesario, serán reforzados, pero contamos con los mejores recursos técnicos y humanos de España.
Entonces, se seguirán preguntando: ¿por qué ha ocurrido esto? ¿No se ha podido prevenir? Lo cierto es que el Cabildo de Gran Canaria viene desarrollando una política de prevención ambiciosa e integral, pero debemos tener claro que los incendios forestales en Canarias son consecuencia de nuestro desequilibrio ecológico. Precisamente, cuando hablo de ecoisla, me refiero a la generación de un modelo ecológicamente más equilibrado. Pero, de la misma manera que un campo de cultivo bien cuidado es el mejor cortafuego posible (limpio de maleza y hierba seca, bien regado, con bancales de piedra que frenan el fuego, etc.), los terrenos abandonados, cubiertos de vegetación seca, arden con facilidad. Mientras que el pastoreo controlado es una de las mejores formas de “limpiar” de pasto amplias extensiones de terreno, el ganado asilvestrado, fruto del abandono, destroza hábitats y endemismos, contribuye a la desertificación y hace al terreno más vulnerable.
Por eso, desde el Cabildo de Gran Canaria, tenemos muy claro que la mejor forma de prevenir incendios forestales es la recuperación de nuestro sector primario y sus usos tradicionales en medianías y cumbres. Estamos trabajando codo con codo con 54 pastores, que tienen más de 7.000 cabras y ovejas, para fomentar el pastoreo para la prevención de incendios, los aprovechamientos tradicionales (pinocha, matorral y eucalipto), los carboneros de la cumbre, y la recuperación de los terrenos de cultivo a través del aumento de consumo de productos locales (soberanía alimentaria). También llevamos a cabo un intenso trabajo de reforestación y rehabilitación de hábitats degradados a través de proyectos LIFE, como el Guguy, el Pinzón o el Rabiche, que cuentan con financiación europea e implican en conjunto la plantación de entre medio millón y un millón de árboles. Además, participamos, desde hace dos años, en el Life Cocoon, que implementa un nuevo sistema para reforestar zonas áridas a través de una palangana de material biodegradable que aporta agua al árbol recién plantado en los primeros momentos y que mejora la supervivencia de las plantaciones en zonas áridas hasta en un 35%.
En la página web de la consejería de medio ambiente del Cabildo de Gran Canaria podrán acceder fácilmente a todas las autorizaciones para estos usos. Se puede solicitar el pastoreo en monte público (en una iniciativa que coloquialmente denominamos las “ovejas bombero”), la autorización para la recogida de pinocha, poda de matorral, aprovechamiento de eucaliptos, etc. Estamos desarrollando una aplicación para facilitar el acceso a esta información y estos trámites tanto a agricultores y a ganaderos como al personal de las oficinas de extensión agraria a las que acuden a informarse. Ferias como “Gran Canaria Me Gusta” y el resto de eventos de promoción del producto local, que recorren los municipios de la isla impulsados por el Cabildo, también forman parte de la política de prevención de incendios, así como los esfuerzos por adaptarnos al cambio climático.
Asimismo, el Cabildo de Gran Canaria ha sido pionero en la implantación del “céntimo verde”, equivalente a gravar con un céntimo cada litro de gasolina (o detraer un céntimo de los impuestos ya existentes) para destinarlo a labores de reforestación, trabajos silvícolas, recuperación de hábitats degradados o pago por servicios ambientales (remunerar a las personas que, en cumbre y medianías, tienen terrenos bien cuidados y contribuyen al paisaje y a la lucha contra los incendios). Ha transcurrido apenas un año desde su implantación pero tiene potencial, sobre todo si se implanta a nivel archipielágico, para duplicar nuestra superficie forestal en unas décadas y de hacer más resistentes nuestra cumbre y nuestros bosques.
Muchos ciudadanos y ciudadanas de buena voluntad se preguntan por qué no se contratan retenes de personas para “limpiar” los montes y evitar que prendan. Lo cierto es que esa propuesta es completamente inviable desde un punto de vista técnico. El técnico analista de incendios forestales del Cabildo de Gran Canaria, Federico Grillo, explicaba recientemente que, según los cálculos realizados por los técnicos, si se invirtiera la totalidad del presupuesto del Cabildo (más de 900 millones de euros) en limpiar los montes, solo se conseguiría llegar al 30% de la superficie arbolada de la isla. Habría que contratar unas 20.000 personas, con los consiguientes recursos técnicos (herramientas, sierras eléctricas, todoterrenos para el transporte, etc.), para limpiar el 30% ya reseñado y, una vez finalizado, habría que volver a empezar, porque los cañaverales, los helechos y los matorrales que se secan y se queman vuelven a rebrotar cuando son cortados. Además el “sotobosque” el manto formado por la pinocha, la hojarasca, el matorral seco etc., no es suciedad sino una parte del bosque fundamental para su supervivencia, ya que es el hábitat de muchas especies, retiene la humedad, fertiliza el suelo, ayuda a la generación de un banco de semillas imprescindibles para la regeneración natural etc. Aunque sea necesario eliminar el exceso de vegetación seca en determinadas zonas estratégicas con un alto riesgo de incendio, utilizar a cientos o miles de personas para retirar pinocha y matorral tendría unas consecuencias muy graves sobre nuestra masa forestal.
El Cabildo tiene la obligación, en el marco de sus competencias, de prevenir y extinguir los incendios forestales. Es una tarea que lleva años tomándose muy en serio y, en estos momentos, estamos desarrollando un programa que nos permite afrontar el problema de manera global y transversal. Pero la grancanaria es una sociedad madura que debe comprender que los incendios forestales son un problema complejo, en permanente evolución, consecuencia del desequilibrio ecológico y que su prevención, a pesar de los esfuerzos en todas las áreas y las ambiciosas políticas llevadas a cabo tanto por el actual gobierno como por los anteriores, supera no solo las competencias y capacidades del Cabildo de Gran Canaria sino del conjunto de las administraciones públicas. La catástrofe recientemente vivida nos obliga a redoblar esfuerzos para avanzar en la dirección en la que ya estábamos, pero supone un reto colectivo que debe implicar a ayuntamientos, Cabildo, Gobierno de Canarias, Gobierno de España, sociedad civil (en especial, a la población de las zonas rurales, que más sufre las consecuencias de los incendios y que conoce, quiere y cuida su territorio), y también al sector privado, que debe invertir y promover iniciativas económicas innovadoras que mejoren las condiciones de vida y las rentas de las personas de la cumbre y las medianías.
El reto colectivo que afrontamos es mayúsculo, pero va a determinar nuestro futuro. Hemos sufrido un daño medioambiental muy importante. Pero estoy seguro de que la sociedad de Gran Canaria responderá y estará a la altura como lo ha estado siempre. La enorme ola de solidaridad generada por el incendio es una muestra de una ciudadanía comprometida con su tierra. Nos toca, desde el Cabildo de Gran Canaria, canalizar toda esa energía en un plan de recuperación de las superficies afectadas arrasadas por el fuego. Podemos convertir algunos de los días más duros de nuestra vida en un punto de inflexión para avanzar conjuntamente hacia la isla que queremos. Y estoy seguro de que lo conseguiremos.