¿De cambio de sistema o de cambio de valores?
Consejo General del Poder Judicial. De eso va esta reflexión, parece que no podía ser de otra forma. No suele gustarme hablar de temas de actualidad en el momento en el que están de actualidad y menos en estos momentos en el que la intensidad política nos hace vivir todo como si estuviésemos en una carrera de 15 metros lisos. No hay tiempo para pensar, no hay tiempo para argumentar, no hay tiempo para concluir. Quino decía, Mafalda mediante, “como siempre: lo urgente no deja tiempo para la importante”.
En este sprint continuo que viene acompañado de polarización tenemos dos argumentos principales. Por un lado esgrimen la necesidad del cambio por el bloqueo del Partido Popular y por el otro, que es una injerencia del legislativo en el poder judicial, que estamos cerca de una dictadura. Desde luego, nada esperanzador el momento político que estamos viviendo, si seguimos así la democracia acabará mal.
Sobre los argumentos dados, es cierto que el Partido Popular bloquea la renovación, es cierto que el cambio de la mayoría para lograr renovarlo no debería ser el camino porque es cambiar las reglas de juego para ahora y para dentro de cuatro años, pero no es cierto que cambiarlo signifique una mayor injerencia del poder político en el judicial. Quizás el concepto injerencia tenga algo más que ver con las actitudes del comisario Villarejo.
¿Por qué digo que no se aumenta la injerencia? Porque nos equivocamos de concepto, porque asumir que aumenta la injerencia es asumir que nuestros políticos son personas sin escrupulos y sin principios. Es más, ir a un sistema de elección directa del gobierno judicial no sé hasta que punto es inconstitucional -lo explico más adelante-. ¿Se imaginan que dejamos de elegir a nuestros gobernantes y los funcionarios se eligen entre ellos y deciden quién es el alcalde, el presidente o el consejero?.
Sobre el Poder Judicial, la constitución dice, “La Justicia emana del pueblo…” y también dice algo que nos suena más, “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. No debemos olvidar, por muy poco que nos fiemos de ellos, que los miembros del Congreso de los Diputados y del Senado son elegidos por nosotros, son nuestros representantes y por tanto, indirectamente, somos nosotros los que elegimos al presidente y a los jueces. Es la única forma que hay en España actualmente de que la justicia emane del pueblo. Así que, a lo mejor, la cosa no pasa ni porque los jueces decidan su gobierno ni porque se cambien las mayorías, seguramente pase porque nuestros políticos sean responsables.
Sobre la injerencia que supone elegir a los jueces y la pérdida de independencia del poder judicial volvemos a estar equivocados, elegir a parte del poder judicial no va aparejado con entrometerse o inmiscuirse en sus asuntos, o no debería. Elegir es una acción puntual, de un momento, no es continua, una vez se hace la elección y se vota debemos presuponer la independencia del elegido para llevar a cabo sus funciones según su mejor criterio profesional, de lo contrario, de pensar que la elección supone un favor estaríamos hablando de que los miembros del poder judicial son malos profesionales y de que nuestros políticos no merecen nuestro apoyo. De ser así, no hay que cambiar el sistema, hay que cambiar al ser humano.