‘El compromiso de Antonio Lozano’
No es fácil escribir sobre Antonio Lozano y controlar las emociones, y desde luego no fue fácil hablar en el acto de presentación de su libro póstumo, “El desfile de los malditos” con el que el miércoles 16 de octubre abrimos la XXXII edición del Festival del Sur que, como no podía ser de otra manera, le rindió homenaje.
No es fácil condensar en un pequeño artículo tantos años vividos juntos desde la amistad, el trabajo compartido y tantas otras complicidades. No es fácil escribir de Antonio y de sus valores porque encerraba muchos y porque eran muy transparentes y compartidos por todos los que le conocimos.
Pero he querido elegir una palabra para definir, en sentido amplio, su paso por este mundo, por nuestras vidas, de este profesor, político, gestor cultural y de desarrollo local, escritor, traductor, especialista en literatura africana, africanista, humanista, padre, esposo, amigo.
He elegido el término compromiso, porque Antonio fue siempre, quiso ser siempre, un hombre de compromisos. Un hombre comprometido con los valores éticos que guiaron su comportamiento y con su férrea voluntad de cumplirlos. Podría llenar artículos y artículos con los compromisos de Antonio, con tantas cosas y tanta gente, pero debo centrarme solo en algunos de ellos.
Quiero empezar señalando su compromiso con Agüimes. No puedo obviar el primer encuentro con un joven profesor que llegó a nuestra Villa recién terminadas sus oposiciones para dar clases en el Cruce de Arinaga. De cómo se implicó desde un primer momento con el alumnado de un barrio fuertemente deprimido en aquellos momentos. De cómo aceptó mi invitación a participar en una mesa de trabajo para dinamizar la cultura en el municipio. De cómo no dudó en aceptar mi propuesta para formar parte de la candidatura en la que opté por primera vez a la alcaldía de Agüimes.
De su ingente tarea para convertir el área de cultura en una referencia en Canarias. Festival del Sur, Festival Internacional de Narración Oral, entre tantas otras iniciativas… De su apuesta por la diversificación económica de nuestro municipio diseñando un proyecto de desarrollo rural ligado al turismo. La recuperación de nuestro patrimonio y nuestros productos de cercanía… Fueron 16 años de mucho trabajo, de total entrega a un municipio que hizo suyo para siempre, en el que construyó además su hogar y su familia.
Más allá de esta aportación a la política local, municipalista, la que se hace mirando a la ciudadanía a los ojos, a la que pocas veces se hace referencia y que yo valoro, como agüimense, como grancanario, como canario, tanto o más que su contribución a la literatura, Antonio se desvivió igualmente por sus alumnos y alumnas de la educación pública, tanto en sus primeros momentos en el Cruce de Arinaga como, más tarde en el Colegio público de Infantil y Primaria Roque Aguayro o en el IES Joaquín Artiles donde su espíritu inquieto, implicado, lo llevó a ir más allá de su tarea docente organizando actividades, intercambios, pintando las clases con los padres y madres…
Y expresó también su afecto a esta Villa, desde que empezó a escribir, una vez dejado el Ayuntamiento, creando “Preludio para una muerte”, que recoge retazos de las relaciones humanas, políticas, sociales y religiosas de nuestro entorno y que nace de un crimen que se produjo en una vivienda en frente de mi casa. Fue un suceso que nos impactó y que vivimos muy de cerca pues sucedió en una noche de Carnaval, en una noche en la que nos quedamos hasta la madrugada en la Alameda de Agüimes, en la que él durmió en casa como tantas veces. Ojalá pronto la serie de televisión Calima se haga realidad y podamos ver a García Gago realizando sus pesquisas por esas calles.
A los 46 años, Antonio se comprometió decididamente con la literatura. Se lanzó con pasión a un mundo que siempre le había atraído y en el que hizo sus pinitos presentándose a algún concurso de poesía. Fue una de sus grandes pasiones de los últimos años. Quiero señalar que la literatura se convirtió en el vehículo necesario para seguir afianzando su compromiso con Agüimes, para mostrarnos su pasión por África y para defender un mundo más justo, para ponerse al lado de los más desfavorecidos, para denunciar las injusticias, la quiebra de los derechos humanos, todas las violencias que un sistema neoliberal ejerce sobre la gran mayoría de los seres humanos y el planeta que nos acoge.
Por eso siempre manifestó que empezó a escribir novela negra porque le permitía expresar su compromiso social, analizar de manera más crítica la realidad social y política del entorno más cercano, de África, del mundo.
Fue una novela negra -Harraga- la primera que nos alumbró una idea distinta sobre el continente al que se dedicó con entusiasmo en las últimas décadas. Dejó escrito: “Siento pasión por África quizás porque nací en ese continente y que cuando vuelvo me siento como en casa. En este aspecto soy una persona afortunada porque pertenezco a las dos orillas y ello provoca que me duela, que me moleste, el desconocimiento que hay desde este lado cuando se habla de Marruecos o del África negra y se emplean argumentos despectivos que solo delatan un absoluto desconocimiento de la realidad. Es algo que no me gusta, pero también es algo que me empuja a escribir sobre estos temas porque me permiten acercarme a esas realidades desde otras perspectivas”.
Y vaya si lo hizo. Antonio se convirtió en el mayor especialista en literatura africana, en un militante africanista de referencia. Ya fuera en un libro de viajes, en una novela negra, en biografías como las de Sankara o Mandela, siempre ha estado latente su denuncia del colonialismo, su amor por el continente y su convencimiento de que África, a pesar de todo, avanza hacia un futuro de libertad.
No renunció nunca Antonio a su compromiso con la humanidad, a denunciar las injusticias. A rebelarse contra la corrupción de las ideas, de la política, de la economía. Juan Claudio Acinas (Sobre la obediencia al derecho, de nuevo) apunta a la existencia de una ley sociopolítica –la ley de la entropía ideológica- que explica el fenómeno, ampliamente constatado, de la disipación gradual del inconformismo, que hace que las personas, en un porcentaje altísimo, vayamos reemplazando causas por intereses que solo nos preocupa asegurar. Algunos lo sintetizan en la afirmación de que de joven hay que ser comunista y de mayor toca ser conservador. No fue el caso de Antonio.
Antonio no claudicó nunca. No renunció nunca a sus ideas, a su lucha, a todos los compromisos que les he señalado. Nos dejó una obra literaria inmensa, un trabajo por Agüimes y por Canarias especialmente significativo, una militancia activa por África. Pero sobre todo nos dejó una gran familia, una enorme amistad –otros de sus firmes compromisos- y una presencia permanente.