“El trabajo decente”, por Antonio Morales
El Gobierno de Canarias anunció recientemente la puesta en marcha de un Plan de lucha contra la explotación laboral. La intención del ejecutivo es contar con 40 nuevos inspectores de trabajo y realizar 1.600 inspecciones en 2016. A preguntas del diputado de Nueva Canarias, Luis Campos, la consejera de Empleo Patricia Hernández reconoció en el Parlamento canario que el Plan no tiene una partida cerrada en los presupuestos y que se ejecutará en dos fases durante seis semanas. En Canarias, según los datos que maneja el ejecutivo canario, ha aumentado desde el año 2011 el número de horas extraordinarias no retribuidas. El 60% de las horas extraordinarias no lo son.
La Confederación de Empresarios publicó un comunicado diciendo que este plan contra la explotación laboral no es necesario. Afirmaron literalmente que “en Canarias no existe la economía sumergida ni las contrataciones irregulares y, en caso de existir, son casos aislados”. Las denuncias en los juzgados de lo social, los expedientes y sanciones de la Seguridad Social, los esfuerzos de los insuficientes inspectores de trabajo y las inspecciones de Hacienda desmienten el comunicado de la patronal. El PIB de Canarias de 40.753 millones de euros nos sitúa en el octavo lugar del Estado español, sin embargo, según la EPA, con el 26,8% de paro somos la cuarta comunidad con mayor porcentaje de desempleados, frente a la media estatal que está en el 20,9%.
Todo esto se produce tras un nuevo año record de turistas y después de meses escuchando la cantinela del gobierno del Partido Popular (ahora en funciones) con su anuncio de que “ya comenzó la recuperación económica”. Pero una cosa es la propaganda y otra la realidad. Frente a las proclamas del final de la recesión, de la creación en España de “1.500 empleos diarios” y otras consignas políticas que escuchamos a los candidatos del PP durante las dos últimas campañas electorales, está la tozuda realidad del incremento de la pobreza y de la desigualdad. El informe de la ONG Oxfam presentado hace unas semanas tiene un titular muy descriptivo: “Una economía al servicio del 1%”. Dice Oxfam que “la desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cuotas insoportables, actualmente el 1% de la población posee más riqueza que el 99% restante. En 2015, sólo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad más pobre de la humanidad).”
En este informe España se sitúa entre los 5 países más desiguales de la Unión Europea. Afirma que tiene una de las presiones fiscales efectivas más bajas de Europa y explica las causas de la brecha fiscal existente: “recaudamos mucho menos de lo que deberíamos, recaudamos poco de quien tiene más, recaudamos sin distribuir apenas y tenemos uno de los niveles de evasión y elusión fiscal más elevados de nuestro entorno europeo”. En el informe se señala que España es el segundo país de la Unión Europea en el que más ha crecido la distancia entre el 20% con más rentas y el 20% más pobre desde que empezó la crisis. En lo que respecta al salario, se ha producido una caída del 22,2% entre 2007 y 2014.
Thierry Pech y Philippe Steiner coinciden en señalar que llevamos tres décadas de “revueltas de los ricos contra los pobres”. El economista Guy Standing acuñó el término precariado para señalar la desintegración, pulverización y atomización del proletariado y las clases medias (Bauman). Para Zygmunt Bauman existían barreras naturales para frenar las desigualdades creadas por los estados para proteger el orden capitalista frente a sus propias “predilecciones mórbidas” y la “rapacidad” en la búsqueda del beneficio rápido; “para actuar en ese sentido se introdujo el salario mínimo y un horario laboral máximo que regulara el día y la semana, así como protección legal para los sindicatos obreros y otras armas de defensa de los trabajadores (…) Dichos factores están claramente ausentes a día de hoy”.
El pasado viernes los sindicatos UGT y Comisiones Obreras me invitaron a la presentación del libro: “Las que limpian los hoteles. Historias ocultas de la precariedad laboral”, un trabajo de investigación elaborado por Ernest Cañada. Se trata de un estudio realizado a partir del testimonio de mujeres camareras de pisos en hoteles de varios lugares de España. En el libro se muestra la situación de precariedad laboral que sufren estas trabajadoras, que suponen el 20 % del personal de la industria hotelera. Las trabajadoras denuncian las consecuencias de la externalización (cuando por ley tenían que hacerlas fijas sus empresas las despedían y las encaminaban hacia empresas de trabajo temporal). Además revelan los recortes salariales y el aumento del trabajo asignado. El empeoramiento de las condiciones laborales provoca que muchas mujeres terminen necesitando un tratamiento para el estrés. El doctor Joan López Lloret dice en el libro: “aún no he visto a ninguna camarera de piso llegar a los 65 años para jubilarse”.
A las desigualdades económicas hay que añadir las desigualdades por género. Nada nuevo bajo el sol. Porque no es casualidad que casi todas las camareras de hotel (o de apartamentos) sean mujeres y que su situación laboral sea de las peores que se pueden encontrar en el sector turístico. Nuevamente el patriarcado vuelve a presentarse con su cara más habitual: la discriminación de la mujer, para la que el mercado laboral suele reservar los empleos más duros y peor pagados. En 1978 el Taller Ediciones JB publicó el libro: “Mujer canaria y entorno social” escrito por Isabel Suárez. La autora denunciaba que “la estructura familiar sigue siendo patriarcal y la mujer participa de manera importante en el trabajo de la tierra. El control físico llega al extremo de considerarse normal propinarle palizas a la mujer, al tiempo que se le atribuyen poderes mágicos y capacidad de brujería”. En el mismo trabajo la autora se hacía eco de las declaraciones a un periódico de la época de unas trabajadoras canarias del sector del tomate en las que decían: “A los hombres se les deja comer durante el trabajo, a nosotras no. Si una aprendiz habla con algún muchacho, se expone a ser insultada por el encargado. A veces estamos trabajando hasta las 3 de la mañana, y si no hablas te duermes, pero a la primera palabra te forman un escándalo aprovechándose de que eres mujer. Hasta hace poco había una prima para los hombres…”.
Entre aquel libro de Isabel Suárez y el que se presentó el viernes sobre las camareras de pisos de los hoteles han pasado 40 años, pero el patriarcado sigue y la explotación laboral y la discriminación continúan. Tanto en la agricultura como en el turismo (y en el resto de los sectores económicos) hay que defender el trabajo decente, el respeto a los derechos laborales. La Organización Internacional del Trabajo se plantea esta defensa en la Memoria de su Director General, Juan Somavia, titulada: “Reducir el déficit de trabajo decente, un desafío global” (año 2001), donde se lee: “La mejor expresión de la meta del trabajo decente es la visión que tiene de él la gente. Se trata de su puesto de trabajo y de sus perspectivas futuras, de sus condiciones de trabajo, del equilibrio entre el trabajo y la vida familiar, de la posibilidad de enviar a sus hijos a la escuela o de retirarlos del trabajo infantil. Se trata de la igualdad de género, de la igualdad de reconocimiento y de la capacitación de las mujeres para que puedan tomar decisiones y asumir el control de su vida”.
Defender la agricultura es defender a los agricultores. Defender el turismo es defender a sus trabajadoras y trabajadores. Después de estar en la Feria de Turismo de Londres escribí en este mismo medio que los tiempos de bonanza turística no nos deben permitir dormirnos en los laureles. Nos deben obligar a apostar por un modelo integrador, que defienda una propuesta sostenible en lo social y en lo económico. Para lograr ese objetivo es imprescindible defender el respeto a los derechos laborales en el sector turístico. No podemos tener un turismo de calidad si las condiciones en las que está el personal no son de calidad. Cuando decimos el personal estamos hablando de todos los trabajadores, desde el director o la directora de un hotel hasta las camareras de piso.
Antonio Morales Méndez, presidente del Cabildo de Gran Canaria