El verano, ‘triste Navidad’ para los animalistas’
El maltrato animal en Canarias es un asunto que provoca diversos y constantes debates. Cuando no son las peleas de gallos, son los circos sin animales, las colonias de gatos, el abandono de perros o las lamentables condiciones en las que algunas personas mantienen a los animales sea cual sea su circunstancia.
El verano es, en cualquier caso, la peor época para todo esto. Para quienes defendemos los derechos animales el periodo estival es algo así como la Navidad para las personas que están solas.
Fechas ambas en las que lo políticamente correcto es estar feliz pase lo que pase, aunque lo que pase sea la coronación del maltrato que se vive todo el año, con abandonos masivos de canes y la llegada de las competiciones de arrastre de ganado y romerías.
En mi caso particular, además de reconocer pasión por estos seres sintientes, he de añadir que he dedicado profesionalmente toda mi vida, hasta el momento de entrar en política hace tres años, al arte, al patrimonio y a la cultura, una pasión heredada y transmitida por mí propio padre, pintor profesional.
Y como restauradora de obras de arte y defensora a ultranza del patrimonio material e inmaterial, solo puedo sumarme a la frase de que la tortura no es cultura y que cualquier actividad que conlleve maltrato animal nunca podrá ser ni patrimonio ni arte.
Por ello, creo firmemente que a estas actividades no se les puede dar el rango de patrimonio, cultura o tradición cultural. Pero tampoco el de deporte si queremos seguir avanzando como sociedad.
Me niego a que nuestros hijos e hijas entiendan como cultura o deporte este tipo de actividades, mientras muchos les educamos en empatía animal para lograr que sean mejores personas. No podemos seguir permitiendo que aprendan que esto es divertido, que disfruten con ello y a que si se hace en grupo es aún es más divertido.
Les invito a que lean el informe de PRODA ‘Educación en la empatía hacia los animales como estrategia de prevención del bullying escolar’.
Y pensarán: ¿qué relación tiene educar en empatía hacia los animales para mejorar los comportamientos entre humanos? Este informe lo deja muy claro, está realizado por profesionales diversos como psicólogos, criminólogos, educadores, pedagogos, abogados, y un largo etcétera.
Todo un equipo multidisciplinar que concluye que el maltrato y la violencia hacia los animales guarda estrecha relación con las violencias interpersonales, individuales y también grupales.
Con una pequeña pincelada de este informe, podemos plantearnos la relación: “El 46% de los asesinos en serie fueron maltratadores de animales durante su adolescencia según estudios del FBI, violadores lo fueron en un un 48%, asesinos adultos un 58% y exhibicionistas un 30%. Casi el 70% de los criminales violentos comenzaron abusando de los animales”.
Situación actual. Estamos en un momento donde tras años de silencio de muchas mujeres y ocultación de la realidad por la sociedad en general, se está empezando a hablar por fin de las manadas, manadas humanas. Se están comenzando a conocer, reconocer y a juzgar agresiones a mujeres realizadas por hombres en grupo, donde además ellos aseguran que ellas se divierten.
Me niego a que estas tibias condenas que empiezan a aplicarse y que son pequeños avances, se queden en una foto fija y no se profundice más allá.
El maltrato no es divertido y en grupo tampoco. Aprender a disfrutar en grupo del sufrimiento, del maltrato hacia un ser vivo indefenso, no ayuda en nada si queremos prevenir violencias del tipo que sean en un futuro.
Y ahora hablemos objetivamente del sufrimiento o maltrato que hay en este tipo de espectáculos con animales. Desde el punto de vista científico, tenemos datos que confirman que lo que se hace en los mismos es maltrato.
Más de 500 veterinarios ratificaron el informe de AVATMA (Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y el Maltrato Animal) sobre el arrastre de ganado en Euskadi, y hace escasos días ha visto la luz un informe demoledor de la misma asociación sobre el arrastre en Canarias, que concluye que hay maltrato físico y psicológico, y apuesta por la conservación de las razas ayudando al ganadero a través de subvenciones para su conservación sin que éste tenga que recurrir a las competiciones para justificar la pervivencia de las especies. Cosa que además el propio informe demuestra con cifras que no se está consiguiendo.
Por todo ello, la Ley del Deporte de Canarias debería excluir actividades que contemplen animales, porque jamás se podrá garantizar su bienestar realizándolas, básicamente porque los animales no lo hacen desde su voluntad sino desde el miedo, el dolor y la obligación.
Y dar rango de deporte a estos hechos, como sucede en Canarias desde el año 1997, nos aleja de ser seres racionales.
Los colectivos animalistas canarios lo dejaron bien claro en sus enmiendas a la modificación de esta Ley, y personalmente las suscribo al 100%.
Estamos en un momento de no retorno y no hay que dar un paso atrás.
Avanzamos lento, pero avanzamos gracias a las luchas de la sociedad civil que siempre va por delante de las instituciones mientras éstas duermen y no escuchan.