Cuando se apagan las llamas y se apagan las cámaras, queda lo más difícil y lo más importante
En las últimas semanas, informativos y periódicos han abierto con la terrible noticia del incendio en el monte de Gran Canaria. Las imágenes de los pinares en llamas, de los vecinos siendo desalojados de sus casas y contemplando impotentes como se quema su tierra y su paisaje, han despertado la alarma social y la solidaridad de todos con las zonas afectadas.
Pero cuando se apagan las llamas, se apagan las cámaras, y queda lo más difícil y lo más importante: salir adelante tras el fuego; no caben excusas todas las administraciones deben remar en la misma dirección. Evidentemente situaciones tan tristes como las vividas en 2007 han aportado experiencia en los protocolos de actuación, pero ante incendios de esta magnitud seguimos estando desprotegidos en islas que por su orografía complica aún más la extinción. De cara al futuro todos los agentes deben constituir verdaderos cauces de trabajo para que las consecuencias de estas situaciones de extrema gravedad sean mínimas; partiendo desde una prevención efectiva.
No sería justo agradecer a unos y olvidarnos de tantos otros, todos sabemos quienes son los que verdaderamente han luchado contra la adversidad por acabar con esta pesadilla sin más contraprestación que la del amor a su profesión y la salvaguardia de la integridad de las personas y su entorno; para ellas toda muestra de agradecimiento es poca; y ese agradecimiento no debe llegar únicamente con premios simbólicos o condecoraciones, debe ser reconocido con las mejoras que llevan reclamando históricamente. Debemos estar ante un punto y aparte que signifique el total entendimiento entre las administraciones y este colectivo, ya toca.
Mi más sincero agradecimiento a todos ellos que ante situaciones extremas han arriesgado sus propias vidas y mi solidaridad con los vecinos de los municipios afectados, no cabe dormirse; esta lucha no ha terminado.