Peny Melián expone en la Casa Condal de Maspalomas su ‘Mapa de un suspiro’
El Aula de Pintura de la Escuela Municipal de Artes Plásticas del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana tiene a Peny Melián Socas como una alumna brillante; tanto, que su profesor Francisco Guillén le ha comisariado su primera exposición individual.
La muestra se bautizó este viernes en la Galería Casa Condal de Maspalomas como ‘Mapa de un suspiro’. Puede ser visitada hasta el próximo 27 de mayo.
Peny Melián Socas (Las Palmas de Gran Canaria, 1960) asiste al taller de dibujo y pintura de la Escuela desde el 2005. Antes sólo había canalizado su aprendizaje durante un año, con un grupo de amigas y un profesor a nivel doméstico. Durante su trayectoria ha mostrado sus pinturas en cinco exposiciones colectivas.
Para esta muestra en concreto la artista apuesta por el uso de tinta china, grafito, pinceles japoneses y papel de arroz. Son 36 dibujos de distinto tamaño y todos pintados durante el año 2015. Plasman figuras sencillas. La pintora sostiene que “son imágenes que surgen de sentimientos y pensamientos”, y que interpretan de forma onírica e intuitiva su visión introspectiva sobre la naturaleza, el cuerpo, la feminidad y su relación con el contexto social.
Reacciones
Su mentor dice que la colección es básicamente un estudio del color, de la forma y el espacio compositivo, y que los dibujos, desde la simplicidad de la forma, “evocan cuestiones más complicadas”. Con esta muestra, dice, “la artista pretende provocar reacciones en el espectador para que pueda dar rienda suelta a su imaginación”.
Peny Melián reconoce que en este trabajo se enfrentó directamente a los papeles, “disfrutando con las formas y el color” y siguiendo la máxima del arte como generador de preguntas y no de respuestas, pero siempre sabiendo previamente del contenido de cada uno de sus trazos. En la presentación hizo una mención especial a su profesor. “Es un lujo ser alumna de Paco Guillén y haber podido trabajar con él”, afirmó.
Efímeros detalles
La elección del papel de arroz y del título de la colección como soportes de su obra se debió a una simple evocación de su memoria, que lo hizo en recuerdo de los “dulces suspiros” que una tía suya “hacía muy bien al horno”. En ese universo mental, los trazos, como los aromas, son efímeros y difusos, y el resultado final de cada cuadro o dibujo, como el deleite del paladar agradecido, un auténtico alivio para la visión que escudriña lo permanente y se cuestiona sobre lo imperecedero.
Aunque ella sostiene que en la interpretación artística los detalles dependen de cada espectador, en esta exposición podría mirarse cada obra y entreverse en su ejecución alguna reminiscencia del maestro. Sin embargo, ella sostiene que centrarse en ese volátil detalle impediría apreciar el verdadero valor artístico del conjunto de la muestra. Porque “la parte interior de los órganos también son bellos”, dice la artista.
En ‘Mapa de un suspiro’ todo parece al azar, pero cada dibujo es inquietante y meridianamente luengo y también frágil como un suspiro, y en ese instante reconocible toda la colección resulta atrayente como el mismo suspiro, casi inacabado, pero aún mayor. “Primero me dio el suspiro, y luego lo pinté”, afirma su autora. Tal vez sólo por eso tiene en el cuadro de ese título escueto a su gran preferido dentro de esta producción que ahora enseña, y de la que aún no ha mostrado su otra mitad.