Puteros, violadores y manadas
Sí, por ese orden y en el mismo saco: puteros, violadores, manadas, machos y machotes que dan mucho asco.
No solo en la calle en estos días, también en Parlamento de Canarias, en este último pleno del mes abril, hubo dos preguntas relacionadas con puteros, proxenetas y violencia sexual contra mujeres y niñas.
Sí, digo bien, NIÑAS, nuestras niñas, las más vulnerables, desamparadas y desprotegidas, no solo por sus familias, sino también por un sistema que, aún presuponiéndole la mejor de las intenciones, se muestra incapaz de atender, acompañar, educar y proteger a las criaturas que están bajo su tutela y cuyo bienestar debería de ser uno de los compromisos prioritarios de cualquier buen gobierno.
La gravedad de las noticias publicadas en los últimos meses (23 de marzo en Alicante, 15 de abril en Lanzarote), con la captación y retención de niñas menores tuteladas, a las que drogaban y posteriormente explotaban sexualmente, hace que salten las alarmas de cualquier persona que tenga un mínimo de empatía y sensibilidad.
En el caso de Alicante, los diez ‘machotes’, dos de ellos menores (les enseñan desde jovencitos que hay que hacer cantera) funcionaron como manada encerrando durante 24 horas a una niña de 14 años a la que todos ellos violaron en varias ocasiones. En esta ocasión las niñas fueron producto de ‘autoconsumo’.
No así en Lanzarote, donde ocho proxenetas han sido detenidos por captar, retener, drogar y explotar sexualmente a otras tres niñas (también tuteladas en centros de menores) que eran ofrecidas en clubes de alterne a los puteros de turno, dispuestos a disfrutar de las ‘gangas’ de carne fresca de niña joven.
Repugnantes pederastas, puteros pervertidos, cerdos sin entrañas ni escrúpulos (con perdón para el noble animal) que se creen con el derecho de utilizar los cuerpos de las niñas como un objeto de consumo para satisfacer sus más turbios deseos, dan mucho asco y mucha rabia.
Cuesta creer el nivel de perversión de unos y otros, gentuza que es capaz de hacer lo que sea con el único objetivo de ganar dinero, lucrándose aunque sea con la mercantilización de jovencísimos cuerpos forzados, ofrecidos para dar placer a unas hordas de infames puteros, sinvergüenzas pederastas, que están dispuestos a pagar porque ellos pueden, porque ellos creen que tienen derechos, porque las niñas y las mujeres solo están ahí para satisfacer sus más mezquinos y deleznables deseos, y nada más.
Porque no importa quienes sean, no importan sus vidas, su dignidad, su historia. Solo son cuerpos, cuerpos jóvenes al servicio y disfrute de ellos y para ellos.
Son ellos, los hombres que sienten el poder de sus genitales correr por su sangre y que les da un derecho incuestionable sobre las mujeres.
Pertenecen a todas las clases sociales, son de todas las etnias y su piel tiene todos los colores, son los ‘machos machotes’, los hijos más machistas del patriarcado que, cuando son padres, crían ‘con mucho esmero’ a sus cachorros y los inician en los burdeles para integrarlos cuanto antes en las manadas.
Los puteros pagan, la mayor parte de las veces, a los chulos o proxenetas (porque esto es ‘cosa de hombres’ y mejor si se entienden directamente entre ellos) y en pocas ocasiones directamente a las chicas.
Los violadores se ahorran directamente ese trámite, se toman lo que es suyo y consideran que les pertenece, porque pueden, porque ellos ‘lo valen’ y ya el súmmum del orgasmo, el nivel máximo llega cuando, además de gratis, la violación se hace en manada y varios se corren a la vez por los orificios de una misma mujer.
Muy ‘machos machotes’ todos, unos y otros, en distintos niveles todos ejercen distintos tipos de violencia, los puteros pederastas, los proxenetas, los violadores, y los que se sienten más hombres y se les pone más dura cuando violan en manada.
Dan mucho asco, mucha pena, y mucha rabia.
Todos ellos (pero también quienes los alientan, justifican y jalean) tienen algo en común, algo que les hace no entender y no sentir ninguna empatía ni con la víctima de la manada de Pamplona, ni con ninguna de nosotras que en estos días tenemos el corazón encogido y nos sentimos humilladas y vejadas, y nos preocupa atrozmente el mundo que le vamos a dejar a nuestras hijas e hijos, cuando ni siquiera desde la Justicia se está a la altura de entender de qué estamos hablando.
Sí, todos ellos tienen algo en común. Larsson lo describió muy bien, son ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’.