Envejecemos a marchas forzadas
Uno de los grandes retos de los países desarrollados es el progresivo envejecimiento de la población. Esto afecta a las pensiones, a la productividad, a los salarios, a la inflación, a los tipos de interés, a la sostenibilidad del sistema y a la propia composición social, sin que debamos pasar de largo el capítulo esencial de la elevación de los gastos en sanidad. Con la drástica caída de la natalidad vamos, de manera acelerada, hacia una sociedad de ancianos y, como la esperanza de vida se alarga, ya no es tan raro tener a nuestro alrededor personas con 90 o más años. La gente que llega a los 100 se está acrecentando de año en año, a ello contribuye la mejor atención sanitaria, el progreso de los tratamientos hospitalarios, la calidad de los medicamentos. En Canarias las islas más occidentales son las que padecen en mayor medida este problema; la más envejecida es El Hierro, seguida de La Gomera y en tercer lugar La Palma. Algunos agoreros, en plena fiebre de optimismo, llegan a afirmar que la vida humana puede dilatarse más allá de los cien años, y hasta hay quienes sueñan con el hecho de que los progresos médicos y tecnológicos nos acerquen a la quimera de la inmortalidad.
Está claro que el hecho de que vivamos más años y que la natalidad sea tan baja complica la situación. Está bien que la esperanza de vida se haya alargado, es bueno llegar a viejo pero no es lo mismo un anciano que pueda valerse por sí mismo que otro en silla de ruedas y que padezca las enfermedades degenerativas que tanto abundan con la mayor edad. Es bueno que la gente viva más años, pero si la calidad de vida de esta ancianidad no es buena nos hallamos ante un proceso poco eficiente. Las sociedades desarrolladas de Europa y Norteamérica tienen el mismo problema del envejecimiento, y por ello necesitan inmigrantes que refresquen la pirámide poblacional. África y Asia, en cambio, tienen una elevada natalidad que redunda en una mayoría de población joven. Sostiene la Unesco que el continente negro no será capaz de ofrecer un buen nivel de vida a sus residentes hasta dentro de más de un siglo, por lo cual seguirá enviando importantes flujos de población hacia las naciones europeas. Cuando el hambre aprieta y no hay futuro, la gente no tiene miedo a subirse en las pateras aunque ello signifique pagar un alto coste a las mafias del transporte y también jugarse la vida.
En las islas la población envejece de forma acelerada en los 88 municipios, pero lo hace con mayor velocidad en las islas occidentales, y lo hace también con mayor rapidez en los municipios más rurales, los de las comarcas que se van quedando deshabitadas, por ejemplo Artenara-Tejeda, Garafía, Vilaflor, etcétera. En El Hierro uno de cada cuatro habitantes supera los 65 años, seguida por La Gomera y La Palma. Este envejecimiento supone el progresivo abandono de las labores tradicionales en el campo y la ganadería, también en la artesanía y otras manifestaciones similares pues pocos jóvenes sienten la llamada de proseguir esas actividades.
Las islas orientales, economías turísticas donde manda el sector servicios, son las más que registran una población más joven. Fuerteventura es la isla que presenta un mayor aporte de inmigración y menos del 10 por ciento de sus pobladores supera los 65 años, le sigue Lanzarote. El municipio con la población más joven de toda Canarias es Pájara, en Fuerteventura, mientras que Vallehermoso, en La Gomera, es el que registra mayor población anciana. La Gomera registra la mayor edad media de su población, con 45,4 años; Gran Canaria tiene 41,5 y Tenerife 41,4. En las islas capitalinas, los municipios del sur turístico son los que acogen una población menos avejentada y son los que crecen a mayor ritmo: Adeje, Granadilla de Abona, San Bartolomé y Santa Lucía de Tirajana, etcétera. Las dos islas capitalinas se encuentran en una zona intermedia entre las islas más orientales y las más occidentales, aunque los habitantes de sus mayores ciudades también están envejeciendo a ritmo rápido.
Hay estudios demográficos que en nuestro país realizan los grandes bancos y las aseguradoras como Mapfre. Siguiendo las tendencias demográficas, hacia el 2050 el peso de la llamada Tercera Edad será superior al 30 por ciento de la población total, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística. Como consecuencia de esto, los expertos prevén una contracción del trabajo y una caída de la productividad, si no existen mejoras tecnológicas que lo corrijan, así lo estima el Banco Central Europeo y también lo piensa el Banco de España. Aquí entran los procesos de robotización y se supone que en las próximas décadas la inteligencia artificial podrá suplir a una base notable de trabajadores, pero hasta cierto punto. A nuevos tiempos, nuevos desafíos. Una pregunta ingenua sería plantearse si los robots estarán obligados a hacer la declaración de la renta y a pagar los impuestos como hacen los ciudadanos corrientes.
En España tenemos un elevadísimo paro juvenil y contemplamos que en general el sector de los funcionarios está compuesto por personas ya veteranas, pero también hay una masa laboral en proceso de envejecimiento en el sector agropecuario, la hostelería o la construcción. Tras el cambio climático, España es uno de los países que en mayor medida pierde terrenos cultivables pues la desertización avanza, del mismo modo que la despoblación se instala en la mayor parte de las autonomías. De año en año avanza la diferencia entre las comunidades ricas, como Madrid, Navarra y Euskadi, con respecto a las más pobres, como Extremadura, Castilla-La Mancha, Canarias y Andalucía. Como consecuencia de la crisis no se ha producido una renovación eficiente de profesores, médicos, policías y el resto de los servidores públicos, aunque ahora se están convocando oposiciones. Por otra parte, está demostrado que las habilidades profesionales decrecen a partir de los 55 años. Y para el sostenimiento de las pensiones en España el gobierno desea que la jubilación se produzca no antes de los 65-67 años. Todas estas contradicciones tendrán que ser tenidas en cuenta, pero lo cierto es que en las recientes elecciones esta preocupación por el envejecimiento poblacional ha pasado casi desapercibida en los programas de las fuerzas políticas. En definitiva, son temas que no brindan votos de manera inmediata ya que requieren soluciones difíciles, a través de procesos a largo plazo. Los políticos, ya se sabe, no suelen comprometerse en asuntos complicados cuya gestión no es visible con inmediatez.
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