Por un nuevo modelo turístico
Todos somos conscientes de que el turismo es el principal motor económico de Canarias. El archipiélago recibió el año pasado 15,6 millones de turistas que, según el Instituto Canario de Estadística generaron una facturación de unos 15.590 millones de euros. En 2017 supuso el 35,2% de nuestro Producto Interior Bruto, lo que nos sitúa como la segunda comunidad autónoma del Estado Español más dependiente de esta actividad económica, solo por detrás de Baleares. En lo que se refiere al empleo, casi el 40% de los puestos de trabajo de las islas dependen de esta actividad, ya sea directa o indirectamente.
Si nos centramos en la isla de Gran Canaria, el número de visitantes se situó el año pasado en poco más de 4 millones y medio que gastaron más de 4.700 millones de euros, es decir, unos 143 euros por persona y noche. Estos datos ejemplifican la importancia capital que tiene la actividad turística en las islas, un sector que condiciona la economía, la estructura social, la utilización y ocupación del territorio y de los recursos o la distribución de la población en los núcleos urbanos. En definitiva, la realidad de Canarias contemporánea no puede entenderse sin el turismo.
Esta semana comenzó con la noticia de la quiebra de Thomas Cook, el principal touroperador del mundo. La empresa británica trae a Canarias en torno al 30% de los turistas que nos visitan cada año (más de 4 millones en 2018), y su caída repentina ha dejado a unas 25.000 personas atrapadas en hoteles de las islas, con sus vuelos cancelados a la espera de que Reino Unido y otros países acometieran la mayor operación de repatriación desde la Segunda Guerra Mundial en Europa. Aún es pronto para evaluar el efecto que la caída del gigante británico puede tener sobre el mercado canario, pero es evidente que la situación es grave.
Thomas Cook contaba con aviones con los que operaba sus propios vuelos, por lo que la primera consecuencia de su desaparición es una merma grave en la conectividad de las islas ya que se calcula que Canarias podría perder 745.150 plazas aéreas hasta agosto de 2020. Además, debido al elevado volumen de visitantes que gestionaba, hay alojamientos turísticos en Gran Canaria que trabajaban en exclusividad con esta compañía, y que han visto como de repente todas sus reservas para este invierno eran canceladas. Aunque a medio plazo estas plazas serán absorbidas por otros operadores se genera la duda de qué va a pasar a corto plazo.
Si la empresa entra en suspensión de pagos definitivamente, se quedará pendiente una deuda de unos 150 millones de euros contraída con hoteles canarios por las pernoctaciones ya efectuadas y que no habían sido abonadas todavía. Además, esta noticia se produce después de los años en los que las crisis de las “low cost” ha supuesto el cierre de las compañías aéreas Air Berlin, Germania, Niki, Small Planet o Monarch, lastrando la conectividad de las islas con los principales destinos de emisión de turistas y en medio de los temores sobre los efectos en la oferta de vuelos que tendrá el cierre de las bases de Ryanair en Canarias.
Por otra parte estamos a un mes de que, si no hay novedad, se produzca un “Brexit duro” es decir, la salida de Reino Unido de la Unión Europea sin acuerdo que regule las nuevas relaciones. Esto supone un escenario de máxima incertidumbre, dado que el Reino Unido pasaría a ser un tercer país y sus nacionales tendrían que pedir un visado para entrar en España y Canarias dado que no estaría respaldado por los acuerdos comunitarios que permiten la libertad de circulación de personas, mercancías y capitales. Además, la más que previsible caída de la libra encarecería Canarias como destino para los ciudadanos ingleses.
No obstante, no podemos caer en el catastrofismo ni podemos negar las incertidumbres a las que se enfrenta el principal motor económico de Canarias. Son muchas las actividades económicas en las que el turismo ejerce un gran impacto: en la construcción y rehabilitación de alojamientos, en el sector primario, en el transporte, en el tratamiento de residuos, en la generación de energía, en el comercio, en la hostelería y hasta en la sanidad, ya que una parte de los que nos visitan son personas jubiladas que demandan un gran número se servicios sanitarios. Se produce por lo tanto una paradoja: Canarias debe diversificar su economía para no depender tanto del turismo, pero sin el turismo será muy difícil hacerlo.
Dada la gravedad de la situación ya nos hemos puesto a trabajar. El mismo lunes presidí la reunión de la Federación Canaria de Islas (FECAI), que contó con la presencia del presidente del Gobierno de Canarias Ángel Víctor Torres, en la que abordamos la cuestión y decidimos actuar desde la unidad de todas las instituciones. Acordamos, entre otras cosas, reclamar al Estado la exención de las tasas aeroportuarias, la disminución de las tasas de combustible y la quinta libertad aérea (que garantiza a las aerolíneas de un Estado con destino a otro territorio realizar escalas en el aeropuerto de un tercero para carga y descarga de pasajeros y mercancías).
En la reunión de la Fecai planteamos aplicar también en Canarias las medidas estatales para la desestacionalización del turismo que ya se llevan a cabo en otros destinos españoles o la agilización del plazo para la concesión de la autorización administrativa para la entrada de nuevas aerolíneas que en la actualidad está establecida en dos años.
Estas medidas son necesarias y urgentes como plan de contingencia para paliar las consecuencias de la quiebra de Thomas Cook, pero es evidente que debemos ir más allá. Nuestro modelo turístico no puede ser tan dependiente de unos pocos touroperadores del exterior, y no es la primera vez que da serios síntomas de fragilidad ante circunstancias negativas sobrevenidas. Por eso decidimos crear un grupo de trabajo para tratar el modelo de turismo de futuro para Canarias, una tarea cada vez más urgente. Debemos aumentar la autonomía de la contratación y de la conectividad para reducir la dependencia de grandes empresas externas que acabamos de comprobar la fragilidad que entrañan en un mundo globalizado.
Y es que nuestro modelo no puede centrarse única y exclusivamente en “contar turistas”, ni las altísimas tasas de rotación actuales son sostenibles en el tiempo, dado que implican el transporte de decenas de miles de personas cada semana. La media de noches por visitante es de 8, en el caso de los visitantes extranjeros y 4 en el caso de los peninsulares. Tampoco podemos ser tan dependientes de multinacionales con un enorme poder de negociación que presionan los precios a la baja y provocan que la mayor parte del gasto turístico se haga en el país de origen, mientras que los beneficios para las islas son cada vez menores.
Y no debemos olvidar que el turismo es una actividad de un altísimo impacto ambiental. No solo por las emisiones que suponen los vuelos, sino porque el consumo energético y de agua de un turista o su generación de residuos duplican y hasta triplican las de un residente. Y esas externalidades negativas las tenemos que asumir todos los canarios y canarias no solo en forma de contaminación sino a través de servicios (como recogida y tratamiento de residuos) que tienen que cubrir las administraciones públicas.
Es urgente, por lo tanto, avanzar hacia la sostenibilidad de la actividad turística y ello pasa por varios frentes. En primer lugar hay que diversificar la oferta, yendo más allá del turismo de sol y playa en favor otras modalidades (turismo cultural, gastronómico, de naturaleza, de congresos, de las estrellas, deportivo, etc.), que suponen un mayor gasto en destino y que son menos intensivas en el consumo de recursos. El turismo puede convertirse en uno de los principales motores de desarrollo del sector primario canario, aumentando tanto el número de visitantes extranjeros en las zonas rurales como el consumo de productos locales en las zonas turísticas. Los establecimientos turísticos (hoteleros y extrahoteleros) tienen que transitar hacia la sostenibilidad con el consumo y autoconsumo de energía renovable (instalación de placas solares, calderas de biomasa para calentar el agua etc.) y la adopción de sistemas de gestión integral de residuos.
Por supuesto, se trata de un tema complejo que no tiene soluciones fáciles y a corto plazo. Además de la reconversión del sector hacia la sostenibilidad también habría que estudiar fórmulas para repartir más equitativamente los beneficios del turismo, con una mayor participación de los pequeños y medianos empresarios y propietarios, o como dotarnos de herramientas propias que nos permitan capacidad de decisión e intervención más allá de la promoción del destino.
No quiero caer en el manido tópico de que toda crisis es una oportunidad, porque lo cierto es que la caída de Thomas Cook presenta muchísimos riesgos inmediatos para nuestra economía. Pero sí es un importante toque de atención sobre la impostergable necesidad de transformar un modelo turístico tan frágil que entra en crisis con la quiebra de una sola empresa. Y esta tarea, unida a la coincidencia de gobiernos progresistas en la mayoría de los cabildos y en el gobierno autonómico, sí supone una nueva oportunidad que no se había dado en los últimos 25 años. Es el momento de no dejarla pasar.