Tiempo de reconocimientos
La noche del pasado viernes fue especial para Gran Canaria. Celebramos el 104 aniversario del Cabildo y rendimos tributo a las personas e instituciones que con su trayectoria han hecho y hacen de Gran Canaria una isla mejor; las que con su trabajo diario han contribuido y contribuyen al desarrollo de nuestra tierra. Este pequeño país de inmenso cielo, de inmenso mar. Esta tierra de luz y Atlántico diario, como cantan Arturo Maccanti y Juan Jiménez.
Teníamos muchas razones para celebrar. Los protagonistas del acto de entrega de honores y distinciones del Cabildo grancanario tienen tras de sí historias brillantes, en muchos casos desconocidas para la mayoría de la sociedad grancanaria. Y eso no es bueno. Tenemos la obligación de reconocer públicamente y con todos los honores su trayectoria, las acciones que, desde una u otra faceta, han contribuido a hacer de Gran Canaria una isla más cohesionada, solidaria e innovadora. El recuerdo de esa noche nos llena de orgullo. Al igual que tantas otras personas anónimas que se desviven por nuestra tierra, reconocíamos que estábamos ante referentes sociales de primer orden. Excelentes referentes forjados, en unos casos, en la fragua de unos valores heredados, de un legado familiar, cultural, social y económico propios de nuestra isla… Y en otros, que procedentes de otros lugares, han dejado aquí su impronta, influyendo positivamente en nuestro acervo cultural, deportivo, científico, económico…en nuestra sociedad, consiguiendo que los consideremos también nuestros.
Su labor nos engrandece y nos hace mirar al mundo con el orgullo con el que se ve crecer aquello que se quiere y que se ve dignificado por el trabajo bien hecho. Al repasar sus historias personales es fácil comprobar que hay denominadores comunes: son perseverantes y constantes en los compromisos contraídos; generosos, porque con frecuencia han dado más de lo que recibieron o se les reconoció; originales y creativos, porque no se limitaron a repetir o reproducir sino que han innovado y contribuido a la riqueza de nuestra isla. Forman parte de un proyecto común, han aportado conciencia de isla y con estas distinciones se convierten en embajadores de Gran Canaria, que los aprecia en lo que valen. Las imágenes que del acto proyectarán los medios de comunicación hablarán, en definitiva, de gente de valía que genera autoestima colectiva. Les decía a los homenajeados del año pasado, que eran faros que proyectan la luz que nos guía. Forman parte de esa vanguardia imprescindible sin la que una sociedad carece de futuro. Si Gran Canaria se les parece, estamos de enhorabuena. Porque somos producto del esfuerzo colectivo, es tan importante fomentar nuestro sentimiento de comunidad y ser conscientes de que luchamos, creemos y nos basamos en los mismos principios éticos y humanos.
Muchas veces nos vemos atrapados por las prisas, las obligaciones y por un cierto pesimismo. Recibimos todos los días noticias negativas, sobre la economía, la sociedad y el medioambiente. Pero esta realidad, que es innegable y que ocupa un lugar prioritario en nuestras agendas –no nos podemos olvidar de las desigualdades sociales que quiebran la convivencia- no puede hundirnos en ese pesimismo paralizante que da por perdidas todas las batallas, porque entonces si que no habrá solución. Debemos poner todas nuestras fuerzas, nuestras esperanzas, nuestras ilusiones en que, entre todos, cada cual en su ámbito de actuación, con el ejemplo de las 19 personas y organizaciones inspiradoras como las que reconocíamos, vamos a cambiar lo que no nos gusta.
Desde esta perspectiva, y desde el compromiso con el gobierno de esta isla que nos han encomendado, creemos que parte de la solución a los problemas actuales pasa por afianzar nuestra soberanía para que los recursos energéticos, alimentarios o medioambientales se conviertan en una herramienta de cohesión y de garantía de sostenibilidad. Afiancemos pues nuestro sentimiento de pertenencia a este proyecto común llamado Gran Canaria, y hagámoslo sin olvidar que es imprescindible pensar globalmente para actuar localmente. Que es la isla de nuestra vida, que es la isla que elegimos para vivir y proyectar nuestro futuro. Aquí, en medio del Atlántico, formando parte de un increíble archipiélago y descubriendo cada día nuestra singularidad entre las cien mil islas del mundo. Traslademos este sentimiento a cada ciudadano, a cada una de las personas que aman esta tierra. Reafirmemos nuestro orgullo isleño y hagámoslo basandonos en las enseñanzas que podemos extraer de nuestros protagonistas
En conmemoraciones como la del viernes pasado es imposible no hacer mención a esa Gran Canaria que abre horizontes de progreso en la emprendeduría, en la investigación, en la educación, en la innovación, en el deporte, en el turismo, en la solidaridad, en el arte, en la moda, en las nuevas tecnologías. Unos horizontes que, afortunadamente, van más allá de nuestras fronteras naturales. Hablamos con acento canario pero nuestros rasgos son mestizos. Nos comunicamos con África, con Europa, con América para llegar a un entendimiento común, para explorar las posibilidades y oportunidades que nacen de la cooperación. La formación y la innovación deben ser ejes prioritarios. Queremos ser pioneros en el concierto internacional y tenemos el capital humano para conseguirlo. Como plantea Emilio Lledó, “ese anhelo de superación, de cultura, de cultivo es, tal vez, la empresa más necesaria en una colectividad, en una “polis” y en su memoria”.
Mirando a quienes rendíamos reconocimiento no dudé en afirmar que hay motivos para la ilusión. Gran Canaria es una isla atractiva para visitantes e inversores. Las iniciativas emprendedoras se multiplican en número y originalidad. El turismo presenta indicadores para la satisfacción, aunque nunca para la autocomplacencia. La producción local se recupera en una apuesta indiscutible de apoyo a nuestro sector primario y a la consolidación de la pequeña y mediana empresa. La renovación energética nos distingue y ya nadie duda de la trascendencia de las decisiones tomadas y las posiciones defendidas. Disfrutamos de una actividad y creación culturales de primer nivel. Volvemos a ser referentes deportivos y la reciente candidatura de Risco Caído y las montañas sagradas de Gran Canaria a convertirse en Patrimonio de la Humanidad sella un tiempo de ilusión y regeneración. Y como les decía a los miembros del Consejo Nacional de Patrimonio Histórico, estas maravillas no son una mercancía. Son los rastros de nuestro ADN que el esfuerzo de algunos investigadores, el respeto de sus vecinos y la confluencia de los astros nos han permitido rescatar para afianzar los cimientos sobre los que estamos construyendo el porvenir.
Hay motivos para la esperanza también por la unidad de nuestros municipios. Desde la Isleta a Tejeda, desde La Aldea a Tirajana corren sentimientos de cooperación, de compromiso con un ideal compartido, de que Gran Canaria es un sueño realizable. No tenemos muchas oportunidades para agradecer a todas las corporaciones municipales el desvelo constante del que soy testigo. Aprovecho ahora para hacerlo. Por su parte, el Cabildo de Gran Canaria tiene la obligación de estar a la altura de estas circunstancias. Nuestra isla es un ente propio, con características que la convierten en un lugar único y es nuestro deber velar por sus intereses. Cada día luchamos por hacer oír nuestra voz que es la de la mayoría de los ciudadanos, compaginando esta difícil labor con la de mantener lazos de cooperación y colaboración con otras instituciones. Y con la sociedad civil y sus organizaciones. Todas las administraciones deben saber que pueden contar con nosotros para construir, porque no tenemos más ataduras que el interés general.
Desde el Cabildo de Gran Canaria tenemos una mirada global que nos permite observar que nuestra isla renace con el mismo carácter que, en los últimos siglos, la convirtió en referencia nacional e internacional: cosmopolita, rebelde, multicultural, laboriosa, con un fuerte sentimiento de canariedad y con la certeza de pertenecer a una comunidad insular y archipielágica.
En el acto les dije a los homenajeados que tenemos que seguir avanzando alentados por su compromiso permanente. En esto de arrimar el hombro por Gran Canaria no hay jubilación que valga. Como dejó escrito Agustín Millares: la isla siempre nos estará llamando.
Caminamos reforzados hacia un futuro que nos pertenece. Y convoco a la sociedad grancanaria a un tiempo de progreso solidario donde todas las personas ejerzan sus derechos efectivamente y en el que derruyamos los muros de la exclusión. Un tiempo de comunión con la naturaleza para que seamos capaces de transmitir íntegra nuestra biodiversidad a nuestros descendientes. Necesitamos la creación cultural, necesitamos apoyarnos en la cultura, porque como nos enseña nuestro entrañable premiado Ángel Sánchez “Un pueblo culto es, por principio, un pueblo armónico con la naturaleza, limpio y amable con su entorno”. A ese tiempo de innovación, coraje y desarrollo ecosocial estamos llamadas-os quienes vivimos y amamos esta tierra.
Como expresé hace unos días, confío que sepamos aprovechar estos momentos en que “la historia nos permite concebir sueños”. Y no perder las ansias de futuro de Pedro García Cabrera cuando afirma que: Las islas siempre están sobre el camino,/duermen a la intemperie y trabajan soñando,/vivaquean a solas,/aunque salgan sus montes a recibir la lluvia/y sienten a su mesa todas las lejanías./Sus playas no distinguen de pasos ni de nombres,/no permite la arena eternizar congojas,/dejarse burilar con iniciales,/tatuar su fino vientre de manzana;/son libertad que siempre está naciendo/para que nunca mueran los que siguen su ruta.