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Cónclaves, convenciones, ferias y congresos.

Este 2021 ha sido el año elegido por los partidos políticos para llevar a cabo sus convenciones, congresos y encuentros de toda índole con los que rearmarse ideológicamente de cara a volver a ser atractivos para un electorado que tendrá, su próxima cita, en menos de veinte meses.

El primero en dar el pistoletazo de salida fue Ciudadanos.

Lastrado por las sucesivas estocadas electorales que lo han convertido en un partido casi residual, y con una guerra civil interna para dilucidar quien tenía más culpa en la debacle, aquel fin de semana de julio se cerró concluyendo que “aún seguían vivos” y que “no habría fusión con el PP”, como manifestó Edmundo Bal en el cierre del mismo.

Hablaron de todo. De todo lo que tenga que ver con la endogamia de los partidos políticos, y más cuando se encuentran en una posición de debilidad como la de los naranjas. Una oportunidad perdida para construir discursos y alternativas cercanas a la realidad de la ciudadanía.

Meses más tarde llegó el cónclave del PP. Un encuentro entre los conservadores que debía entronizar el liderazgo de Casado en la formación, y que terminó en una suerte de despropósitos como si, quien hubiera organizado la fiesta, hubiera sido la mismísima Ayuso.

La intención de los populares de hablar de la querida España, esta España nuestra, quedó en una suerte de salidas al paso y desmentidos diarios. La imputación de Sarkozy por financiación ilegal, las declaraciones de Vargas Llosa diciendo que lo importante no es que haya libertad, sino votar bien, la propuesta de Vidal-Quadras de cargarse el estado de las autonomías para asombro de los presidentes autonómicos del PP, y la ovación de Ayuso en el cierre de la convención, fue lo que quedó en la retina de la ciudadanía. Otra oportunidad perdida para buscar soluciones reales, factibles y prácticas para mejorar la vida de la ciudadanía.

Hace poco más de una semana, la extrema derecha celebró una feria en un ambiente muy folclórico y con aires retro. Banderas rojigualdas, Whiskys con agua y mucha testosterona, se entrelazaron con parques de bolas, camas elásticas y toros mecánicos.

Nada nuevo bajo el sol si no fuera porque predominó un preocupante negacionismo sobre todo aquello que huela a democracia. La fiesta sirvió para dibujar un país que solo está presente en el imaginario de su líder mesiánico y poner su ideario político en hora; Concretamente en 1936.

Este fin de semana se está desarrollando el Congreso de los socialistas en Valencia, quienes afrontan su cita con una paz interna y un liderazgo indiscutido como hacía muchos años no se veía en Ferraz.

Una tranquilidad que les va a permitir dedicar mucho tiempo a decidir qué proyecto de país ofrecer a la ciudadanía. ¿Será una oportunidad para plantear soluciones innovadoras sobre las afecciones diarias de la gente? El lunes lo sabremos.

Christopher Rodríguez.

Técnico en Administración de Empresas.

Escritor, autor de la novela “El Lince”. Mercurio Editorial. Año 2020.

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