El Pajar de Arguineguín brinda por su patrona Santa Águeda
Siguiendo la tradición y haciéndole caso al consejo del vicario del sur que presidió la ceremonia religiosa, los vecinos de El Pajar de Arguineguín brindaron este jueves por su patrona Santa Águeda, la muchacha virtuosa y bella que en tiempos del Imperio Romano acabó muriendo mártir por no acceder a las complacencias terrenales que le exigía el procónsul de Sicilia Quintianus, que preso del rencor y hechizado por la lujuria terminó cortándole los pechos a la joven virgen.
Como cada 5 de febrero, muy implicados desde siempre en todo evento festivo que se organiza en este barrio agrícola y pesquero que vive a la sombra de la imponente fábrica de cementos especiales, los pajareros organizaron con motivo de Santa Águeda un tenderete comunitario en la plaza, justo al término de la misa y la procesión del icono de la santa por las poquitas calles del pueblo.
La celebración de la eucaristía católica en honor de Santa Águeda en la ermita del risco se inició puntual a las seis de la tarde, con la presencia del alcalde Marco Aurelio Pérez y del concejal del barrio, José Carlos Álamo, entre los numerosos vecinos del barrio, mayoritariamente mujeres, y muchos familiares y oriundos ahora residentes en otros lados.
También cumplieron con esta tradición algunos extranjeros y turistas desperdigados como Giuseppe Murabito, de 81 años, natural de Catania (Sicilia, Italia), el mismo pueblo de Santa Águeda, que cada año visita Gran Canaria desde hace 30, y que tras su jubilación ha decidido residir en Puerto Rico por temporadas largas de hasta siete meses. Desde entonces nunca falla a la misa y el posterior tenderete que El Pajar le brinda a su patrona, considerada la protectora contra el fuego tras morir abrasada.
Con guitarras y música coral del Trío del Arciprestazgo, la misa la oficiaron a dúo el párroco de Arguineguín, Paco García Socorro, y el vicario del Sur, Francisco González González, que presidió la ceremonia y ofreció un sermón sencillo y austero centrado en las virtudes de fe, bondad y valentía que caracterizaron a la Santa. “Los defectos ya los traemos todos de fábrica y por naturaleza, pero las virtudes hay que buscarlas, trabajarlas y currárselas”, dijo.
Misa y brindis
La misa, en la que actuaron de ayudantes Carmen, Pilar y Esther, las tres monjas que imparten su ministerio religioso desde hace 39 años en los núcleos residenciales del barranco de Soria, se celebró al cubierto del toldo que sombrea y protege la ermita, en un clima muy familiar y a una temperatura ambiente agradable, sin frio y sin viento, vigilada en vuelos altos por las gaviotas y sólo minutos después de que empezara a atardecer y a pocos metros de allí el marino José Manuel Negrín aparcara los alicates con los que llevaba toda la tarde arreglando sus nasas, contemplando desde la arena seca el baile acompasado y húmedo de su hermosa barca Marta fondeada en el mar sereno de la Bahía.
La ofrenda basada en fruta, pan, vino y peces de la zona la llevaron hasta el altar las hermanas Celia y Valeria y su primo de apenas año y medio Abian Daniel, que no se asustó con el tronío de los voladores. Sentado en su carro y con la chupa en la boca, junto a su madre y a su abuela, participó como un feligrés más en la procesión de Santa Águeda y la Virgen del Carmen por las viejas calles del pueblo, al paso acompasado y ceremonial que propusieron las cornetas y tambores de los 15 componentes de la Banda Pequeña Estefanía.
Con las santas a cubierto dentro de la ermita, los pajareros y allegados se embarcaron después en el tradicional brindis compartido en la plaza, una cena especial basada en la paella mixta de carne y marisco para 130 comensales que desde hace años elabora Manolo Castellano con patrocinio del Bar El Boya y otros vecinos, y distintas tortillas, queques, tartas, pinchos de todo tipo, croquetas, albóndigas, dulces y otros aperitivos de muchas clases que los propios pajareros elaboran en sus casas para sentirse partícipes de un pueblo alegre y vivo. Lo hacen con el espíritu bondadoso que siempre esgrimió sonriente Pinito Cerpa, ‘la madre de los curas’. Todo para “tener la fiesta en paz, con Dios y los hermanos del pueblo”, como pidió el vicario antes de que una vez más se iniciara en la bahía de El Pajar de Arguineguín la tradicional ceremonia popular y vecinal en honor de Santa Águeda.
Fidel Araña