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Emma Colao: cuidarse en salud

El 31 de octubre, el nuevo Gobierno de Canarias presentó su proyecto de presupuestos que regirán todo el año 2024. Unos presupuestos que, como ocurre a menudo, vienen dotados de múltiples apellidos, apodos e incluso algún que otro anuncio de récord histórico.

Allá donde alcanza la memoria, los presupuestos han representado siempre un documento pensado para los titulares de los periodistas que no se los leen, para los eruditos que los aplauden y para los sectores empresariales que rápidamente comprueban que su nombre sigue en la lista de los agraciados. Últimamente, además, se ha incorporado a este club de iniciados, los movimientos sociales, unos para fiscalizar, otros para llorar sus ausencias y, todo hay que decirlo, algunos más para recibir una pequeña recompensa por sus grandes silencios. Todo ello sin olvidar a sus señorías que los votan, claro está, con el entusiasmo habitual.

Así que sin mayor recorrido que el de una especie de cúpula de partes entendidas en la materia, los presupuestos generales de la comunidad autónoma acaban por la flor informativa de un día y un par de diatribas parlamentarias demasiado previsibles justo antes de dar paso al vídeo institucional de las fiestas navideñas anunciando la nueva temporada del culebrón político.

A la ciudadanía canaria, la que hace sus propias partidas presupuestarias para llegar a fin de mes, la que yace debajo de los escombros de los titulares de prensa tras los bombardeos de los equipos de comunicación de nuestros políticos no le llegará nunca la trascendencia real de esas cuentas que deciden lo que se hace con su dinero, tantas pequeñas cosas que influyen y condicionan, tantas realidades escondidas detrás de las cuidadas grandilocuencias.

¿A dónde se dirige el dinero de la gente y por qué? Esta simple pregunta, exigible a cualquier administrador del dinero ajeno, parece ser la más compleja de obtener. Sin complejos, sin medias tintas, sin grandes titulares… ¿qué se pretende hacer con nuestro dinero? ¿hacia dónde se canaliza? ¿cuáles son las prioridades? ¿qué objetivos se quieren lograr?

¿Será porque debajo de la indigestión informativa popular y de tanto experto técnico, los presupuestos generales muestran de manera clara y directa que Canarias seguirá encontrándose a la cola de todos los índices de desigualdad social, de pobreza estructural y, por consiguiente, de calidad de vida de su gente?

Canarias mantiene un 15% de tasa de desempleo, pero las partidas a fomento del empleo decrecen. Canarias importa cinco veces más de lo que exporta, pero el presupuesto para agricultura, ganadería y pesca decrece. Canarias sigue expulsando su talento mientras importa mano de obra precaria con la que mantener los precios bajos del turismo y la partida destinada a diversificar el empleo decrece. Canarias se deseca mientras crecen las desaladoras, mientras crece el consumo eléctrico y decrece el presupuesto para los estudios de extracción del agua. Canarias ve incrementarse todos los índices de violencia machista mientras decrecen las partidas para las víctimas, esas mujeres que llaman cada vez más al 016. El porcentaje de sueldo que dedica a la vivienda la población canaria crece y crece… mientras se reduce el presupuesto destinado a vivienda pública…

Si bien es cierto que, se tratan de los primeros presupuestos de toda la legislatura, esperemos que la aparición de una nueva consejera, tal y como se ha publicado,  independiente y que proviene de los movimientos sociales, revierta la tendencia al recorte y el detrimento de las políticas sociales. Recordándonos lo inasumible que es tratar a la ciudadanía como personas a las que asistir y lo innegociable que resulta dotar de la capacidad de exigencia sobre sus derechos.

Hay, sin embargo, algo sorprendente, contradictorio y,  a su vez, tremendamente ilustrativo.  Lo han anunciado a bombo y platillo: “La mayor partida de la historia para Sanidad”. ¿No es maravilloso?

¿Ni más ni menos que quinientos millones? ¿Por fin han puesto el foco en resolver los problemas de la Sanidad en Canarias?

La Sanidad en Canarias ha sido siempre un área de claroscuros que tantas veces ha desencadenado las protestas de su sufrido personal. Pero ahora la cuestión es de temer sea otro. No están haciendo de la necesidad virtud, más bien están haciendo del desprecio necesidad.

A medida que los problemas sociales se han asentado en nuestra vida cotidiana, la precariedad se ha hecho normalidad, la vivienda un lujo,  el territorio un gran centro comercial y los presupuestos una rueda clientelar… Resulta que la atención sanitaria se desborda, que una comunidad autónoma exhausta, deprimida y medicalizada que bate récords de hipnosedantes y antidepresivos, ha descubierto que es mucho más fácil acceder a una receta que a un derecho, a un diagnóstico que a una política pública, a un hospital que a una administración.

A medida que decrecen las partidas presupuestarias destinadas a cubrir el verdadero problema con el que la ciudadanía se alza cada mañana, crece la demanda de atención sanitaria como espacio especular de una ausencia llamada por unos cuento chino, y por otros Bienestar Social.

Y sí, está muy bien el titular del aumento presupuestario en Sanidad. Pero lo malo de las mentiras es que siempre muestran lo que ocultan. Detrás de los aspavientos y la cuidada teatralidad de los expertos en comunicación, mirando estos presupuestos, sus incrementos y sus recortes bien podemos decir que las cifras de la Sanidad no aumentan para dignificar la calidad de su personal o de las atenciones que recibimos, sino para atender a toda la gente que se está cayendo y que cada vez se cae más de un sistema que trata porque no protege,  que receta porque no apoya y que piensa ─erróneamente─ que es mucho más barato curar que prevenir.

Que ahora nos toca cuidarnos en salud.

Emma Colao

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