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Lidia Falcón

La persecución de los emigrantes

Maspalomas News publica un artículo de opinión de Lidia Falcón, creadora del Partido Feminista de España y de la Confederación de Organizaciones Feministas del Estado Español

Trump ha decretado la expulsión de EEUU de todos los emigrantes que no hayan podido legalizar su estancia. Algunos llevan veinte años ininterrumpidos en el país. Se han casado allí y tenido hijos, han creado empresas y trabajado en numerosos oficios, llevan una vida ordenada según las leyes estadounidenses, saben inglés y hasta se encuentran bien allí y defienden “su estilo de vida”.

Las órdenes presidenciales permiten detener en cualquier sitio: los domicilios, la calle, el trabajo, el cine, el supermercado, el colegio, la Universidad, a los señalados por el poderoso dedo del mandatario. Las madres y los padres serán separados de los niños y de las niñas, y los matrimonios entre sí, diferenciados los que tengan la nacionalidad estadounidense de los que no la hayan obtenido. Ni los mayores ni los menores serán indultados. Se los llevarán esposados en furgones de policía a algún centro de detención o campo de concentración del siglo XXI, allí, hacinados, mal alimentados y sin atención sanitaria ni legal, permanecerán un tiempo indeterminado hasta que se organicen los trenes que han de deportarlos. Como en los trenes de la película de Costa Gravas, Amen, los nuevos perseguidos recorrerán las enormes extensiones de ese gran país hasta las fronteras o los puertos o los aeropuertos donde serán entregados… ¿A quién? ¿dónde?

Eso es indiferente. Indiferente para Trump, para la policía que cumpla las órdenes y para la mayoría de la ciudadanía que lo consiente. La película Amén, de 2002, dirigida por Costa-Gavras, narra la complicidad con que la Santa Sede y varios países del mundo toleraron que el régimen nazi de Alemania avanzara en el exterminio de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Está basada en la obra de teatro El vicario de Rolf Hochhuth.

Como dice Eli Wiesel, lo peor de la época nazi no fueron los gritos y la persecución de los malos sino el silencio de los buenos. Excepto algunas manifestaciones, escasas de asistencia, en varias ciudades cuyos mandatarios se han posicionado en contra de las órdenes de Trump, la mayoría del país permanece ajena a la nueva tragedia que se está desarrollando en su país, y en el mundo.

Caravanas de gentes que huyen de Centroamérica hacia la tierra prometida de EEUU y que son detenidos en las fronteras y devueltos o encerrados como animales dañinos. Algunos niños han muerto asfixiados, desnutridos, golpeados. Madres separadas de sus hijos, niños que gritan desesperadamente cuando se les arrebata de los brazos de su padre, hombres y mujeres exhaustos, arrastrando sus pocas pertenencias, por campos y ríos y desiertos, huyendo del hambre, de la persecución, del maltrato, de las detenciones, de la muerte.

En el sur de Europa barcas y pateras y embarcaciones precarias en las que otras gentes intentan atravesar los 14 kilómetros del Estrecho de Gibraltar para morir entre sus olas o ser rescatados por las guardias costeras para volver al encierro, los malos tratos y las deportaciones. Campos de exterminio en Libia. Algunos héroes y heroínas que se atreven a desafiar las órdenes de los gobernantes fascistas que prohíben desembarcar su cargamento humano en los puertos sobre los que gobiernan, son detenidos, encarcelados y procesados. ONGs que intentan, tan esforzadamente, mantener el nivel de conciencia social que se construyó sobre miles de víctimas en los siglos anteriores no son apoyadas por los gobiernos de nuestros países. Esta Europa, donde escribo, considerada el paraíso sobre la Tierra, puesto que aquí impera la Ley que protege los derechos humanos y las libertades fundamentales, no ha conseguido en cinco años la adquiescencia de sus gobernantes para que se aceptaran unas miserables cuotas de acogida de refugiados. Piénsese que, como en todas las situaciones, entre los miserables que huyen también existen clases: no se puede respetar igual a un emigrante económico que a un refugiado o a un huido de alguna guerra demandante de asilo, ni mucho menos si son mujeres, destinadas por la biología a ser carne de explotación sexual de los hombres.

Ni los mandatarios de esta Europa, continente de libertades y derechos, están protegiendo a los desesperados del mundo que huyen de las guerras y la miseria que han provocado, ni sus ciudadanías están indignadas con tales políticas. Porque yo no veo manifestaciones masivas en las calles de Alemania ni de Francia ni de España protestando contra estos crímenes. Ni siquiera han promovido una campaña continuada contra tales iniquidades que la izquierda de esos países indujera.

Al igual que en el artículo anterior pregunto, ¿cómo está reaccionando la izquierda española? ¿Qué denuncia en los foros dónde se halla presente? ¿Qué escribe en los medios donde publica? ¿Qué dice en las redes sociales que arden con las polémicas sobre la teoría queer? ¿Qué movilizaciones prepara para enfrentarse a las infames actuaciones de los mandatarios que ordenan que los barcos no recalen en sus puertos, que persiguen a las organizaciones humanitarias que desobedecen sus órdenes, que encarcela a los rescatadores, que amontona en campos de concentración a los huidos?

Algunos comentaristas reclaman a Alberto Garzón que se pronuncie sobre el drama existencial que está viviendo Unidas Podemos y su adlátere Izquierda Unida, pero nadie le exige que se ponga a la cabeza de la lucha contra la represión de la emigración. ¿Y las organizaciones de Izquierda Unida, qué hacen? Minúsculas actividades de barrio, mientras la antes visible e influyente Área de la Mujer está muda y desaparecida.

¿Y qué dice el Movimiento Feminista, que no lo oigo? ¿He perdido la capacidad auditiva y la lectora? Encerrado con un solo juguete: sus problemas personales, no se pronuncia sobre ningún tema que no afecte directamente a sus componentes.

En este momento crucial de la sociedad humana del siglo XXI, la fuerza que ha adquirido el MF en España no está siendo utilizada ni para acceder al poder político, al que ha renunciado orgullosamente, haciendo alarde de ello, ni siquiera para ser una fuerza influyente en él. Y ahora, en este ardoroso verano, ¡¿cómo se va a organizar para protestar por el secuestro, tortura y expulsión de los emigrantes en EEUU?! Ni en Grecia ni en Turquía ni en Libia.

Las elecciones últimas han dado la mayoría en el Parlamento al PSOE y auguran un gobierno de ese color, y también han llevado a sus diputados al Parlamento con el mayor grupo de la Cámara, y Comunidades y ciudades importantísimas han ganado mandatarios progresistas. ¿Y en qué se nota?

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Source: Lidia Falcón
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