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Maspalomas, dunas y charca

Una ecoisla frente al cambio climático

Cada vez somos más los que tenemos la certeza de que el cambio climático supone la mayor amenaza para la supervivencia que la humanidad tiene y ha tenido a lo largo de la historia. El daño que el capitalismo más voraz y salvaje está produciendo, de manera irreversible, en las condiciones naturales de vida pone en riesgo nuestra continuidad. Las grandes multinacionales de la industria y la energía convencional y una gran parte de los países del planeta miran para otro lado. Sin embargo hay quien lo sigue negando, como un significado dirigente empresarial de nuestra isla llegó a decir no hace mucho que eso de destinar recursos a la lucha contra el cambio climático “era una carta a los Reyes Magos”.

Nos encontramos ante una paradoja histórica: somos al mismo tiempo la primera generación que tiene conciencia y evidencias científicas incontestables sobre el cambio climático, y que por lo tanto es plenamente consciente de esta problemática y la última que puede frenar sus efectos, por lo menos los más graves, y limitar el aumento de la temperatura en 2030 a 1,5 grados centígrados.

Esta emergencia mundial, el mayor reto civilizatorio que jamás haya afrontado la humanidad ya que pone en cuestión las bases materiales de nuestra existencia, adquiere especial relevancia cuando se observa desde Canarias. Somos uno de los territorios que más y con mayor intensidad está sufriendo y va a sufrir los efectos del cambio climático. Las afecciones empiezan a ser significativas: desvíos de los alisios hacia el este con el riesgo de cambios serios en el clima; calentamiento de nuestras aguas con la aparición de riesgos ligados a la tropicalización del clima; aumento del nivel del mar; periodos prolongados de sequía y calimas y precipitaciones intensas; aparición de enfermedades tropicales, aumento del riesgo y de los efectos de los grandes incendios forestales; nuestra temperatura aumenta por encima de la media…

Por poner un ejemplo concreto: según un informe interuniversitario sobre los efectos del cambio climático en España, el aumento del nivel del mar oscilará entre los 15 e incluso los 35 centímetros al norte de las islas, lo que implicará un retroceso de las playas de hasta 15 metros. La Academia de la Ciencia de EEUU anuncia que el puerto de la Luz y Maspalomas pueden quedar cubiertos por el mar a finales de siglo. Nuestra salud, nuestra biodiversidad, nuestro sistema económico (el Tides habla de un impacto en el PIB de un 10%) y hasta nuestra seguridad están en riesgo.

La buena noticia es que aún estamos a tiempo de paliar o frenar los peores efectos derivados del aumento de temperatura a nivel global. Pero para que la respuesta que demos sea efectiva tiene que ser global y coherente: tenemos que estar dispuestos a cambiar nuestro modelo de desarrollo: la huella ecológica en nuestra tierra es 10,4 veces mayor que la superficie del archipiélago. Necesitaríamos más de diez archipiélagos para producir los productos que consumimos y para absorber los residuos que generamos; cada español necesita para satisfacer sus necesidades 5,3 hectáreas y solo dispone de 1,8… en Canarias necesitamos lo mismo y solo contamos con 0,1 hectárea por habitante…

El Cabildo de Gran Canaria está tan sensibilizado con esta cuestión que ha convertido el desarrollo de la ecoisla en el proyecto estratégico de su gobierno y ha desplegado una agenda de actuaciones transversales que viene poniendo en práctica desde hace 4 años. Se trata de un modelo de respuesta global a la emergencia climática que incluye todas las áreas de gobierno y se dirige a todos los sectores de la sociedad. Le hemos dado el nombre de “ecoisla”, aunque sinceramente creo que es un modelo perfectamente extrapolable al conjunto del archipiélago.

La producción y el uso de energía, junto con el transporte, es la principal fuente de emisiones de efecto invernadero causantes del cambio climático. Cualquier plan de acción realista pasa por la sustitución de los combustibles fósiles por nuevas fuentes de energía renovable. La incuestionable apuesta del Cabildo de Gran Canaria para la transición energética se sustenta en tres pilares. El primero de ellos es la central hidroeléctrica de Chira-Soria que supone el aumento de la potencia instalada renovable de los 150 MW hasta los 350 MW (aproximadamente el 60% de la demanda punta de la isla). Y ya está bien de marear la perdiz con este tema, por intereses o por desconocimiento.

El almacenamiento es necesario en un sistema aislado y Chira-Soria no puede ser sustituida por baterías. En cualquier caso las baterías son un complemento necesario pero no una alternativa. Ya no podemos retrasar más esta solución con discusiones estériles. Hemos ido más lento que cualquier otro territorio en implantar las renovables; la corrupción revoloteando en su entorno… tenemos que dejarnos de dilaciones, de divagaciones, de falta de inversiones públicas y de obstáculos a las privadas.

El segundo es la construcción de parques eólicos y solares de titularidad pública, que además servirán para socializar los beneficios de la producción de energía. En este sentido (y este sería el tercer pilar) tenemos que aprovechar el potencial energético de los cientos de miles de metros cuadrados de cubiertas y azoteas para instalar placas fotovoltaicas. Para ello hemos puesto en marcha diferentes líneas de subvenciones, para particulares, para explotaciones agrarias y en breve para pymes. El futuro pasa por la generación distribuida, el autoconsumo, la democratización de la energía etc. Tenemos que repensar la implantación de la eólica mirando al mar.

En un territorio que importa cerca del 90% de los productos que consume, el aumento de la producción y el consumo local se presenta como una de las apuestas estratégicas y de futuro. Por eso nuestro Plan de Revitalización Agrícola y Ganadero impulsado desde el área de Soberanía Alimentaria apoyado también en una estrategia de promoción del producto local “Gran Canaria Me Gusta” que empieza a dar sus frutos.

Como ya dije, el transporte es, junto con la producción y consumo de energía, el principal responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero. Si con la soberanía alimentaria conseguimos reducir el transporte de mercancías, debemos transitar urgentemente hacia la movilidad sostenible, pasando de un modelo basado en el coche privado a uno sustentado en el transporte público. Nuestra apuesta para Gran Canaria es la de un tren eléctrico alimentado con energía eólica que una la capital con el sur de la isla, el vial que concentra la mayor parte de la población y principales infraestructuras aeroportuarias, turísticas e industriales. Paralelamente hemos abaratado el coste del transporte con bonos para diversos colectivos, hemos apoyado iniciativas municipales como la metroguagua y estamos implantando una red insular de puntos de recarga para promover la electrificación de una parte del parque automovilístico (otra pila de almacenamiento complementaria para las energías renovables).

La economía circular en el archipiélago debe centrarse en la gestión integral de los residuos. No podemos seguir consumiendo territorio, nuestro bien más escaso y valioso, para enterrar las toneladas de basura que generamos. Desde el Cabildo de Gran Canaria se ha invertido en los últimos años unos 80 millones de euros en la construcción de dos ecoparques para el tratamiento de las 400.000 toneladas de residuos que producimos cada año. Gracias a su equipamiento de última tecnología el ecoparque norte ya genera, a partir de los residuos, más energía de la que consume, y convierte los restos orgánicos en un compost de alta calidad que puede ser utilizado en jardinería y agricultura. Tenemos que seguir trabajando de la mano de los ayuntamientos y el sector privado para reducir el consumo de envases, en especial de plástico y aumentar la separación y recogida selectiva de residuos.

Para reducir las emisiones es necesario impulsar sectores innovadores de nuestra economía, y en ese sentido en Canarias contamos con la posibilidad de crecer en economía azul ligada al mar –la iniciativa BIOASIS avanza en ese sentido y noes está convirtiendo en referencia mundial- en servicios especializados que sean útiles para los países del entorno y nuestro patrimonio cultural. La Reserva de la Biosfera y Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña, Patrimonio Mundial de la Humanidad son el mejor ejemplo del papel central que la cultura y la conservación de saberes ancestrales puede tener en este nuevo paradigma.

Pero no podemos hablar de transición ecológica sin acercarnos a la transformación de nuestro principal sector económico: el turismo. El turismo es una actividad de un altísimo impacto ambiental: desde el traslado de los visitantes a las islas, el elevado consumo de agua y energías de los establecimientos turísticos, la generación de residuos… El sector debe afrontar una profunda reconversión hacia la economía circular que lo haga más eficiente y competitivo. Es imprescindible hacer un esfuerzo por vincular turismo y sector primario, conectando el consumo de los que nos visitan con la producción local y conseguir que un mayor número de turistas dinamicen la economía de la cumbre y las medianías de Gran Canaria. De esta manera también conseguiremos una experiencia turística más genuina y diferenciada en un entorno cada vez más competitivo.

Por otro lado, tenemos en marcha el Plan de Cooperación con los Ayuntamientos y las Mancomunidades que contempla una inversión prevista de 9 millones para actuaciones relacionadas con las energías renovables y la eficiencia y el ahorro energético. Así mismo, hemos logrado impulsar el Pacto de los Alcaldes para el Clima y la Energía Sostenible en toda la isla y podemos afirmar con satisfacción que somos la única isla del archipiélago con todos los ayuntamientos adheridos al mismo. Incluye precisos y actualizados inventarios de emisiones de Gases de Efecto Invernadero de los 21 municipios y acciones para contribuir a la descarbonización de la actividad humana en Gran Canaria. Además, llevamos dos años ininterrumpidos trabajando en la configuración de una Estrategia Insular de Cambio Climático mediante un amplio proceso participativo.

No obstante todo este proyecto tiene un eje que lo atraviesa y lo vertebra: la justicia social. La crisis climática agrava la competición por los recursos cada vez más escasos y con ello las tensiones sociales. Como acaba de escribir Jeffrey Sachs, el crecimiento económico sin justicia y sostenibilidad ambiental es una receta para el desorden, no para el bienestar.

En ese sentido la inversión pública tiene que ir destinada a conseguir nuevos empleos verdes o climáticos, vinculados a los sectores emergentes de la nueva economía (como rehabilitación energética de viviendas, transporte público, mantenimiento e instalación de plantas de energía renovable, trabajos ligados a la gestión forestal y al ciclo integral del agua etc.) estables y de calidad. Asimismo debemos asumir como una prioridad que el nuevo modelo acabe con la discriminación secular que vienen sufriendo las mujeres en el sistema económico capitalista y neoliberal y que se manifiesta en forma de feminización de la pobreza, brecha salarial o mayor paro femenino. Un sistema que excluye el 50% de la población nunca será sostenible.

El Gobierno de Canarias ha dado un buen primer paso con la declaración de la Emergencia Climática. Ya no estamos solos como institución. La futura Ley de Lucha contra el Cambio Climático debe ser ambiciosa sobre todo en lo que a los diferentes sectores económicos se refiere y también en la propia administración. Sectores como movilidad, transporte, pymes, sector primario, industria verde y residuos deben tener incentivos para su crecimiento. Es imprescindible contar con instituciones progresistas alineadas todas e la consecución de un mismo objetivo.

La ecoisla es un modelo de futuro, la respuesta de una isla que se niega a resignarse y a caer en el pesimismo. Tenemos que transformar el catastrofismo en emoción que nos impulse. En Gran Canaria estamos en ese camino y esperamos recorrerlo juntos. Estoy convencido en que nos podemos convertir en una referencia mundial en plantar cara al cambio climático, en proponer alternativas reales en torno a la energía, el turismo, la economía azul… El problema mayor ya no está en los que niegan y combaten la existencia del cambio climático sino en la inacción de las instituciones y la sociedad civil.

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