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Ejemplares del libro

Presentación de ‘Maspalomas, un lugar histórico en la exploración del espacio exterior. Memorias’

El próximo 21 de julio se cumplirá el 50 aniversario de la gesta histórica que supuso la llegada del hombre a la luna. La estación de seguimiento de vuelos espaciales que la NASA estableció en Maspalomas contribuyó de forma decisiva a ese “pequeño paso para el hombre, pero gran salto para la humanidad” que señaló Neil Armstrong, el primer austronauta en pisar el suelo lunar.

Queriendo contribuir a esa conmemoración, el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana ha editado el libro ‘Maspalomas, un lugar histórico en el conocimiento del espacio exterior. Memorias’, escrito por el periodista grancanario Antonio Román Rodríguez del Pino, nacido en Las Palmas de Gran Canaria el 9 de agosto de 1942.

El autor, también primer cronista oficial de este municipio, fue testigo privilegiado de aquel acontecimiento mundial, porque entre los años 1964 y 1969 trabajó como secretario personal del norteamericano Charles August Rouiller Jr., el director de la estación espacial.

“Fue un trabajo ilusionante. Ese era el sentimiento que albergábamos todos ante una tarea cuyo fruto íbamos a poder transmitir a nuestros descendientes. Estoy seguro de que cuantos trabajaron en la estación, antes, durante y después de mí, le habrán contado a sus hijos y nietos cómo fue aquello. Pocas personas son conscientes del valor que tiene el nombre de Maspalomas en la historia de los vuelos espaciales, primero en los no tripulados y después en los tripulados”, afirma el escritor.

En su libro, documentado con fotos y con sencillez y claridad expositiva, Antonio Rodríguez del Pino hace un recorrido cronológico por la carrera espacial en la que se enfrascaron EEUU y la URSS tras la era atómica y en plena Guerra Fría. “Las dos potencias se prestaban entonces una vigilancia permanente en la conquista del espacio, como dos contrincantes de un partido de tenis o de una partida de ajedrez, a ver quién movía mejor, más alto, más fuerte y más lejos”, apunta el autor.

Y es en ese contexto donde este libro desentraña el papel que jugó la estación de seguimiento aeroespacial de Maspalomas, una institución donde el escritor también actuó como relaciones públicas atendiendo a los numeras personalidades y curiosos que la visitaron, entre ellos el Conde de Barcelona y padre del Rey Juan Carlos I, Juan de Borbón y Battenberg, o el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne.

Maspalomas, que vivía en aquel entonces la frenética fase inicial de su futura expansión turística, se catapultó desde 1960 como enclave geoestratégico excepcional y de referencia para el control y seguimiento mundial de los vuelos espaciales. Primero desde la estación espacial que la NASA construyó cerca del Faro para el control de los programas espaciales Mercury (1961-1963) y Gémini (1964-1966). Y después desde la estación ampliada y completada en 1967 en Montaña Blanca, donde actualmente se ubica el INTA, que sirvió para el control del programa espacial Apolo. Con él se llegó definitivamente a la Luna el 21 de julio de 1969.

“El paso más memorable que un hombre ha dado jamás se produjo a las 2:56, hora local canaria. En la estación lo vivimos con gran expectación, sobre todo los canarios, mucho más curiosos y de sangre más caliente que los americanos, que son más fríos. Estábamos allí como si se fuese a morir alguien”, recuerda Rodríguez del Pino.

Ante el cónsul de Marruecos, situado en la primera fila del público asistente a la presentación del libro, Rodríguez del Pino recordó que “los canarios pudimos ver por televisión la llegada del hombre a la Luna gracias a la televisión de Rabat, porque en Canarias no teníamos ninguna televisión. Fue a través de la televisión de Marruecos, con unas imágenes bastantes difusas que se trasmitían desde Australia, como pudimos verlo, porque entonces todo estaba controlado por Madrid y las noticias se embargaban”, afirmó el escritor.

Rodríguez del Pino revela que entre los importantes servicios que la estación espacial de Maspalomas prestó al vuelo del alunizaje destaca una comunicación directa con el astronauta Armstrong, que pudo ser trascendental para el éxito de aquella aventura. El día 16 de julio de 1969, a sólo unos 16 minutos después del lanzamiento de la nave Apolo XI desde Cabo Kénedy, la estación de Maspalomas, cumpliendo una petición de Huston (la estación central de la red de seguimiento), comunicó al astronauta que debía corregir el rumbo de la nave porque el ángulo de salida de la misma registraba un error de más de 0,22 grados. Rodríguez del Pino señala que “fue el primer servicio que una de las estaciones españolas prestó al Apolo XI, y de gran importancia porque de no haberse llevado a cabo la corrección la nave podía haber quedado fuera del radio de acción de las estaciones terrestres de seguimiento, con grandes dificultades en su trayectoria hacia la Luna”.

Un reconocimiento

Envuelta en la emotividad derivada de un hecho que resultó trascendental para la historia de la humanidad, la presentación del libro ‘Maspalomas, un lugar histórico en la exploración del espacio exterior’ se realizó este viernes en el Centro Cultural Maspalomas, en un acto donde además del autor intervinieron la alcaldesa accidental Elena Álamo y el cronista oficial de San Bartolomé de Tirajana, Carmelo Pérez.

La alcaldesa accidental, que agradeció al autor su “regalo como cronista de esta hermosa y gran aventura”, expresó que con el libro el Ayuntamiento quiere contribuir al reconocimiento de todas las personas que por su implicación y desempeño profesional posibilitaron la gesta histórica, entre ellos los hombres y mujeres que trabajaron como operarios en la estación de Maspalomas procedentes de Las Palmas de Gran Canaria, Santa Lucía, Mogán y sobre todo del municipio de San Bartolomé de Tirajana, entre ellos Francisco Almeida Quintana (Casas Blancas), Anastasio Ramírez (Risco Blanco), Carmen Cazorla (Cercados de Araña), Antonio Miranda Pérez y Benito Mendoza (de San Fernando), Juan Acosta Déniz, Antonio García Cerpa, José y Manuel Ojeda Viera, José Suárez, Juan Perera Sánchez, Manuel Pestana Cerpa y Manuel Pestana Viera, Pablo Ramírez Perera y Antonio Román Rodríguez, todos de El Tablero, y Juan Vega Vega, de la zona del Charco de Maspalomas.

Andrés, el jefe de motores

Entre el público asistente a la presentación del libro destacó la presencia del que fuera jefe de mecánicos y motores de la Estación, Andrés Rodríguez Suárez. Fue el único que obtuvo la categoría de técnico y para perfeccionar algunas de sus tareas fue enviado a Estados Unidos para recibir formación complementaria en California. Él recordó la colaboración que prestaban los aparceros en las horas que se realizaban las pruebas. “Paraban todas las maquinarias, sobre todo las fumigadoras y las enguanadoras, porque hacían un ruido que interfería gravemente en la recepción de la señal que enviaban las naves. Para localizar los aparatos fabricábamos antenas que se ponían sobre el jeep y nos desplazábamos con ella por los campos”. También la Guardia Civil paraba el tráfico en la playa y en la gasolinera del cruce, recordaron el escritor y el mecánico. Ambos recordaron las fiestas de Reyes que los trabajadores de la Estación le organizaban a los hijos de los aparceros. Entre todos reunían dinero y en Las Palmas compraban juguetes que cargaban en el camión de la Nasa para luego repartirlo entre la chiquillería que se acercaba a la Estación.

Desde el patio de butacas, Andrés Rodríguez aludió a la primera señal del primer satélite tripulado que recibió la Estación de Maspalomas y afirmó que los trabajadores canarios de la misma nunca dudaron que se terminaría logrando la gesta de llegar a la Luna “porque los americanos siempre repetían las cosas, machacando una y otra vez, primero con viajes no tripulados y luego tripulados, hasta estar seguros de que las cosas salieran bien”. Quienes sí dudaban del éxito de esa operación eran los aparceros que faenaban cerca y con los que se reunían en el bar El Charco. “Eran reacios a creerlo y decían que era un cuento”.

El bar y el interruptor

El Bar El Charco (conocido después como Restaurante Mercurio) es una de las anécdotas documentada en el libro incluso con varias fotografías. Situado justo enfrente de la estación que se levantó para los proyectos espaciales Mercury y Gemini, el local estaba regentado por la familia Vega Vega. En él confraternizaban los trabajadores de la estación siempre que tenían un momento libre y sobre todo los viernes por la tarde, tras la suelta laboral. Era allí donde se aprovisionaban de decenas de latas de cerveza Heineken, lo que motivó que bautizaran la vieja carretera general como “la ruta verde”. También el bar cesaba su actividad cuando se realizaban las pruebas. En aquel tiempo no había electricidad y el local recibía la luz que le suministraba la propia Estación mediante un interruptor de la marca ‘Howar Johnson’ que se convirtió en toda una institución para los americanos y canarios de la Estación.

La alcaldesa accidental cerró la presentación del libro agradeciendo al cronista oficial Carmelo Pérez Rodríguez “que nos haya regalado a los vecinos de San Bartolomé de Tirajana el descubrimiento de la figura de Antonio Román y su obra. Sin ese trabajo de Carmelo Pérez, los vecinos de San Bartolomé de Tirajana y de la isla no contaríamos con el conocimiento que ahora tenemos de las memorias sobre ‘Maspalomas, como un lugar histórico en la exploración del espacio exterior’”, dijo.

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